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Mostrando entradas de marzo, 2021

LA VIRGEN MARÍA DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (3 de 3)

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Isabel habla de María como lo hace todo el Carmelo, metiendo a María en su vida; inmersión, amor y confianza en ella, intimidad con ella; y siempre con palabras no genéricas y teóricas sino llenas de afecto. Al hablar de María y preguntarnos hoy cómo colocar la figura de María en la historia de la salvación, queremos saber si Isabel es heredera de una visión peligrosa y superada, una visión jansenista, del papel de María, típica del siglo XIX: una visión en la que Dios aparece como justiciero y terrible y María como madre, entre Dios y nosotros pecadores, para enternecernos el corazón y obtenernos el favor divino. Ella es un eco de tal visión. En su Diario reproduce un sermón escuchado el 22 de marzo de 1899, que es un ejemplo de la predicación típica del tiempo: María lleva la ternura que no tiene Dios, porque Dios, se sobreentiende, no es una madre. Santa Teresita no participó de esta visión. Para ella Dios es más tierno que una madre. “Tenemos a Dios. El hace temblar con su omnipo

LA VIRGEN MARÍA DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (2 de 3)

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          Isabel de la Trinidad es un producto de la gracia y un portento de la gracia, a la que corresponde con una fuerza de voluntad y con una fidelidad maravillosa. Era colérica, impetuosa y adquirió un dominio y un control de sí misma admirable. Un producto de la gracia que le lleva por caminos de interioridad. Como dice de María en ella todo se realiza en el interior. Su contacto don de Dios en el fondo de su alma es admirablemente maravilloso. Porque le ha descubierto en sí misma, lo ve en todas partes, pero de una manera vivísima. Lo mismo le descubre en la oración que en la colada; cuando le dicen que su Madre Priora ha rogado por ella, exclama: Me siento llena de felicidad, porque es lo mismo que si hubiese rogado por mí el Señor.   De ahí la luminosidad de su persona y de su vida. Isabel aparece luminosa y es que quien contempla a Dios será iluminado (Sal 33,6). Y ella lo contempla en el fondo de su alma y se llena de su luz. Para ella la Virgen María es fundamentalmente lum

LA VIRGEN MARÍA DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (1 de 3)

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La Virgen María de Santa Isabel de la Trinidad es una Virgen María netamente evangélica. Si la mirase sólo en toda su gloria y esplendor la vería muy lejana y le daría un temor reverencial, no se atrevería a levantar los ojos para mirarla. Pero si la contempla cercana, que sufre y muere como ella, entonces si se atreve a mirarla y convivir con ella. Así la vio también Santa Teresita a lo largo de toda su vida desde que la curó de aquella rara enfermedad siendo una niña, siempre como a la más tierna de las madres, que convive con sus hijas. Y así la retrata en su poesía Porque te amo, María. Va recorriendo los lugares del Evangelio que hablan de María, resaltando sus virtudes sencillas, su humildad. La grandeza de María para ella son los abismos de amor que llenan su corazón. “Acerquémonos a la Virgen toda pura, toda luminosa, para que ella nos introduzca en aquel que ella penetró tan profundamente y que nuestra vida sea una continua comunicación, un movimiento sencillo hacia el Señor

JESÚS MAESTRO (3 de 3)

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  Por eso lo suyo es escucharle, estar siempre con el espíritu a los pies del Maestro escuchándole. Dice en la Elevación a la Trinidad, dirigida a cada uno de los Tres. “¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero hacerme dócil a vuestras enseñanzas, para aprenderlo todo de Vos. Y luego a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias quiero siempre, permanecer bajo vuestra gran luz. ¡Oh, Astro amado! Fascinadme para que no pueda ya salir de vuestra irradiación” (NI 15, p.281) A través de todos los textos que hemos citado y muchos más que se podían citar, Isabel de la Trinidad, lo que destaca de Cristo no es el hecho material del sufrimiento atroz de Cristo, sino el amor con que lo sufrió y que ella sintetiza en el título del Crucificado por amor. El Papa Benedicto XVI en la alocución dirigida a los capitulares del Capítulo general de los Pasionistas, en el mes de octubre, les recuerda que su carisma en la Iglesia es

JESÚS MAESTRO (2 de 3)

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En la poesía 94 que titula “Amar”, leemos: Vengo hermanas mías, de Betania / donde al Señor he encontrado / La hermana Inés que me había acompañado / sentía derretido el corazón. / Sí, muy inefable era ciertamente / prepararle un festín, / mientras el Maestro adorable nos ofrecía un divino banquete. / Era el banquete del amor / en el que Jesús se da a sí mismo, / pues su bondad siempre se adelanta / si al alma que le busca y que le ama; / en la medida de su fe / ella se llega al soberano Rey” (P 94 inicio) Al abate Chevignard le escribe: “¿No tiene usted esta pasión de escucharle? A veces es tan fuerte esta necesidad de callarse que desearía no saber hacer más que permanecer como Magdalena, esa bella figura de alma contemplativa, a los pies del Señor, ávida de escucharle, de penetrar cada vez más profundamente en ese misterio de Amor que ha venido a revelarnos. ¿No le parece que, en la acción, al cumplir el oficio de Marta (Lc 10,38-42) el alma puede permanecer siempre en adoración

JESÚS MAESTRO (1 de 3)

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  Jesús es el Maestro, Maestro bueno, mi Maestro, dulce Maestro y buen Maestro, es casi el título que con más frecuencia da a Jesucristo y se lo da constantemente. El único Maestro de su vida ha sido Jesús. Ya lo dijo Él: “Pero vosotros no os hagáis llamar Rabí, Maestro, porque uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt23.8). Y el título de Maestro le evoca la escena de María Magdalena a los pies de Jesús, escuchando las palabras y bebiendo las enseñanzas, que salen de sus labios (Lc 10,39) Escena de la que era muy devota: La llama a María Magdalena la gran apasionada, la gran iluminada (Cta 121) “Me parece que a eso se refería el Maestro cuando hablaba a Magdalena del “Unum neccesarium” (Lc 10.42) ¡Cómo lo había comprendido la gran Santa! El ojo de su alma iluminada por la luz de la fe había reconocido a su Dios bajo el velo de la humanidad, y en el silencio, en la unidad de sus potencias, ella escucha las palabras que Él le decía (Lc 10,39). Ella podía cantar

JESÚS EL IDEAL QUE FASCINA

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Para Isabel es el ideal fascinante que le arrastra irresistiblemente. Escribe a su pequeña Francisquita: “Comprendo que tengas ansiedad de un ideal, es decir, algo que te haga salir de ti para subir más arriba. Pues ya ves, no hay más que Uno y es Él, el solo Verdadero. ¡Ah, sí le conocieras un poco, como tu Sabel!… Él fascina, Él arrebata. Bajo su mirada el horizonte se hace tan bello, tan vasto, tan luminoso. Ya ves, le amo apasionadamente y en Él lo tengo todo. A través de Él, bajo su irradiación debo mirarlo todo, ir a todo. ¿Quieres querida mía, orientarte conmigo hacia este sublime ideal? Esto no es una ficción, es una realidad, es mi vida en el Carmelo. Si no mira a la Magdalena. ¿No fue ella cautivada? Ya que tú tienes necesidad de vivir más allá, vive en Él. Es muy sencillo” (Cta 128: 24.6.1902) “¡Vivamos, le dice a la hermana Inés de Jesús María, como Magdalena a través de todo el día y la noche, en la luz o en las tinieblas, siempre bajo la mirada de la Inmutable Belleza

CAMINAR EN JESUCRISTO

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Dentro de esta conformidad con la Imagen de Jesús explica que es caminar en Jesucristo. Caminar en Jesucristo me parece que es salir de sí, perderse de vista, abandonarse para entrar más profundamente en Él a cada minuto que pasa, tan profundamente que uno sea enraizado y que, en todo momento, en toda ocasión pueda lanzar este valiente reto: ¿Quién me separará del amor de Cristo?   Cuando el alma está fijada en él con tal profundidad, cuando sus raíces están tan hondas, la savia divina lo invade a raudales y destruye todo lo que es vida imperfecta, superficial, natural; entonces, según el lenguaje del Apóstol, lo mortal es absorbido por la vida (2Cor 3,4). El alma, así despojada de sí misma y revestida de Jesucristo no tiene que temer las relaciones de fuera ni las dificultades de dentro, porque estas cosas, lejos de ser para ella un obstáculo, no sirven más que para ensalzarla más profundamente en el amor de su Maestro. A través de todo, con todo y contra todo, ella está en situación

CONFIGURAR CON LA IMAGEN DEL PADRE (4 de 4)

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  Le dice a Francisquita, una joven con vocación, “Caminad en Jesucristo, enraizada en Él, edificada sobre Él, asegurada en la fe y creciendo en Él en la acción de gracias. Sí, hija de mi alma y de mi corazón, camina en Cristo Jesús. Él te hace este camino ancho, tú no estás hecha para los caminos estrechos de aquí abajo. Enraízate en Él y para esto desarráigate de ti misma, o cosa parecida, es decir negándote cada vez que te encuentras. Permanece edificada sobre Él, muy por encima de todo lo pasajero, allá donde todo es puro, luminoso” (GV 10. P.129). En carta a la hermana Inés de Jesús María le dice: “¡Oh, hermana! Ser Él, ahí todo mi anhelo. Entonces ¿no cree que una mirada, un deseo, no viene a ser una oración poderosa a la que el Padre, que contempla en nosotros su Verbo adorado, no puede resistir? ¡Oh, sí! Seamos Él y vayamos al Padre en el movimiento de su alma divina” (Cta 121: 11.6.1902). En la carta a la misma le escribe:” Laudem gloriae entra esta noche en el noviciado d

CONFIGURAR CON LA IMAGEN DEL PADRE (3 de 4)

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Jesús, el Maestro, lo único que quiere es ver arder el fuego de su amor en nosotros para que seamos como Él: “Es el Maestro mismo el que viene a manifestarnos su deseo de ver arder el fuego del amor. En efecto, todas nuestras obras, todos nuestros trabajos no son nada delante de Él. Nosotros no podemos darle nada, ni satisfacer su único deseo, que es, de realzar la dignidad de nuestra alma. Nada le agrada más que verla crecer. Ahora bien, nada nada puede elevarla tanto como llegar a ser en cierta manera igual a Dios. He aquí porque Él exige de ella el tributo de su amor, siendo la propiedad del amor igualar en lo posible al amante con el amado. El alma en posesión de este amor aparece con Jesús en pie de igualdad porque su amor recíproco hace todo común entre el uno y la otra. Yo os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído decir a mi Padre” (Jn 15,13) (cf 15 p. 102). Pinta a Jesús llamando a la puerta con infinita ternura (Ap 3,20) y dice que su llamada consi

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  “Contemplemos, pues, esta Imagen adorada, permanezcamos sin cesar bajo su irradiación, para que ella se imprima en nosotros; después vayamos a todas las cosas con la actitud del alma con que iba nuestro Maestro santo. Entonces realizaremos el gran deseo por el que Dios determinó en sí mismo restaurar todas las cosas en Cristo” (CF 27. P.111) Cita el texto de Pablo a los de Filipos 3,8-10 y 12-14 y acaba. “Corro derecho a la meta, a la vocación a que me ha llamado Cristo Jesús, es decir, no quiero otra cosa más que identificarme con Él: Mihi vivere Christus est, Cristo es mi vida” (Fil 1,21 (CF 28.p.111). A continuación, dice que este es el fin de los ejercicios espirituales, “hacernos semejantes a nuestro Maestro adorado, más aún, fundirnos de tal manera en él que podamos decir: No vivo yo, es Él el que vive en mí, y lo que vivo en este cuerpo de muerte lo vivo en la fe del Hijo de Dios que me ha amado y se ha entregado por mí (Gal 2,20) ¡Oh! Estudiemos este divino Modelo; su con

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  Este es el otro lado de la visión de Jesús. Que es la imagen de Dios Padre a la que tenemos que configurarnos para que el Padre nos reconozca por hijos en Él, su Hijo. Y como un aspecto esencial de esta imagen es la Pasión y la cruz, he ahí que configurarse con Cristo es configurarse con Cristo crucificado por amor, que por eso decía Santa Teresa que ella el mayor regalo que nos puede hacer el Señor es darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo amado (7M 4,4). Y por eso mismo, como el padecimiento y la cruz abunda tanto y tan hondamente en la vida de Cristo, ella siempre escogería el camino del padecer siquiera fuera por imitar a nuestro Señor Jesucristo, aunque no hubiese otra ganancia en especial, que siempre hay muchas. (6M 1.7) Jesucristo, el Crucificado por amor, es a quien tenemos que configurarnos. “Quotidie morior” (1Cor 15,31). Yo muero cada día. Yo disminuyo, me renuncio cada día más para que Cristo crezca y siga exaltado en mí. Yo permanezco en mi pequeñez, en

EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (5 de 5)

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Como una hostia de alabanza a la gloria de Dios. ¡Oh, conságreme de tal modo que ya no sea yo sino Él! (Gal 2,20), y que el Padre, al mirarme, pueda reconocerle. Que yo sea conforme a su muerte (Fil 3,10), que yo sufra en mí lo que falta a su pasión por su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24), y además báñeme en la Sangre de Cristo para que sea fuerte con su fuerza”. (Cta 294, 8 o 9 de julio de 1906, p.853). Todo este recuerdo constante de la Pasión de Jesucristo no tiene más que una finalidad: identificarse con Él, el Crucificado por amor, como le hemos escuchado en la carta al canónigo Angles. Y es esta la otra cara que nos ofrece de Jesucristo. Es la imagen del Padre a la que tenemos que configurarnos, porque para esto nos predestino el Padre desde la eternidad, como nos dice San pablo: “A los que ha conocido en su presencia, les ha predestinado a ser conformes con la Imagen de su divino Hijo… Y a los que ha predestinado, los ha llamado, y a los que ha llamado, los ha justificad

EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (4 de 5)

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“Yo me glorío en la cruz de Jesucristo (Gal 6,14). Estoy clavado con Cristo en la Cruz (Gal 2,19). Y todavía: Sufro en mi cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24). La Reina está en pie a su derecha (Sal 44,11). Tal es la actitud de esta alma: ella camina por la ruta del calvario a la derecha de su Rey crucificado, aniquilado, humillado y, sin embargo, tan fuerte, tan sereno, tan lleno de majestad que va a la pasión “para hacer brillar la gloria de su gracia”, según la expresión de San Pablo (Ef 1,6). Él quiere asociar a su esposa su obra de redención. Y esta vía dolorosa por dónde camina le parece la ruta de la felicidad; no sólo porque conduce a ella, sino porque el Maestro santo le hace comprender que debe pasar por lo que hay de amargo en el sufrimiento para encontrar con él su reposo, como Él” (UE 13. P.151) Esta presencia de Jesús en los momentos de su Pasión aparece destacada en su enfermedad. En carta al canónigo Angles le escribe

EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (3 de 5)

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  Isabel ha cuajado un título para Jesús: el Crucificado por amor: “Los que van por la vía dolorosa son aquellos a quienes Él ha conocido y predestinado a ser conformes con la imagen de su divino Hijo (Rom 8,29), “el Crucificado por amor” (CF 30: Obras completas, Ede p. 112) Y es algo que añade a este texto de San Pablo (cfr Ue, p.143) “Antes de contemplar a cara descubierta la gloria del Señor (2Cor 3,18), han participado en las humillaciones de Cristo; antes de ser transformados de claridad en claridad en la imagen del Ser divino (2Cor 3,18), ellos han sido conformes a la del Verbo encarnado, el Crucificado por amor” (UE 12, p.150-151) Es precisamente a Cristo en su Pasión, en sus sufrimientos al que se refiere con más frecuencia en sus relaciones con ella misma. “Cumplo en mi carne lo que falta a la Pasión de Jesucristo por su cuerpo que es la Iglesia (Col 1,24) He aquí lo que constituía la felicidad del Apóstol. Este pensamiento me persigue y te confieso que experimento una alegr

EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (2 de 5)

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Jesús lo es todo para ella. Jesús es mi vida, mi amor, mi esposo (D 16). Buen Maestro, supremo amor amado de mi corazón (D 15), mi divino esposo, holocausto sublime, cautivo por nuestro amor (D 17), holocausto supremo (D 18 y 125), mi esposo amado, Jesús, mi vida, mi amor supremo (D 20), mi amor, mi vida, mi esposo querido (D44). ¡Oh, mi esposo, mi Rey, mi vida, mi amor supremo (D 133), mi querido Jesús crucificado (D142)! Como le acabamos de escuchar, para ella Jesús es su vida. Él está siempre vivo, siempre trabajando en nuestra alma. Dejémonos construir por Él, que Él sea el alma de nuestra alma, la Vida de nuestra vida, para que podamos decir con San pablo: “Vivir para mí es Jesucristo” (Fil 1,21) (Cta 145: 19.11.1902). Amo Chistum, intitula la carta al canónigo Angles, la 131. En su inminencia a la profesión religiosa se siente envuelta en amor a Jesús, en el misterio de la caridad de Cristo (Cta 150 y 151). En el palo vertical del crucifijo que le regalaron para su profesió

EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (1 de 5)

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  Jesucristo es el resumen de todos los valores y riquezas de Dios.  Todas las realidades constan y tienen consistencia en Él (Col 2.13-20). En Él residen todas las bendiciones de Dios Padre: Bendito sea Dios… (Ef 1,3-14). El mismo apóstol nos dice que él no se aprecia de otra cosa que de Jesucristo y este crucificado (1Cor 1,23) Y desde su propia experiencia nos dice que para él Cristo lo es todo y todo lo demás pérdida y basura en comparación de Él (Fil 3,8) Dice San Juan de la Cruz: “Que están bien escondidos. Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les queda todo lo más por decir y aún por entender, así hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá. Que por eso dijo San Pablo, del mismo Cristo, diciendo: en Cr

ALMA DE ORACIÓN (10 de 10)

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El día de los santos comulga por última vez. Los días que siguen se debate entre la vida y la muerte, pero conserva su lucidez: En la tarde de la vida sólo queda el amor; hay que olvidarse continuamente … como en toda su vida, trata de dar gusto a los demás: No puede comulgar, pero dice: Lo encuentro en la cruz, es allí donde me da su vida. Los días 7 y 8 de noviembre está casi en un silencio total. Se la oye todavía estas palabras: ¡Voy a la Luz, al Amor, a la Vida! Últimas palabras con que se acabó su vida y que son una expresión para significar que va a sus Tres, a la Trinidad Santa. La noche del 8 al 9 de noviembre fue muy penosa. Casi sin notarlo dejó de respirar. Eran las seis y cuarto poco más o menos. Murió una santa, una profeta para el siglo XXI.   P. Román Llamas ocd

ALMA DE ORACIÓN (9 de 10)

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Isabel ha venido viviendo su vida de carmelita con ilusión en oración, silencio y soledad y espíritu de servicio a las hermanas. En mayo de 1904 vive lo que ella llama días de silencio en el Cenáculo; en septiembre sus ejercicios espirituales personales, y en noviembre los ejercicios espirituales de comunidad, y el 21 de noviembre de ese año compone su famosa Elevación: “¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!” En la cuaresma de 1905 se detectan los síntomas de su enfermedad que la llevarán a la tumba: la enfermedad de Addisón, entonces mal conocida, con úlceras interiores, fuertes dolores de cabeza, insomnios. No puede comer ni beber sino en cantidades mínimas. Su delgadez se hace espantosa. A mediados de agosto se siente muy debilitada; no obstante, hace sus ejercicios espirituales personales en octubre y en enero de 1906 los de la comunidad. En marzo pasa a la enfermería del monasterio. En abril estuvo a la muerte y le administraron la Extremaunción. Después de una mejora repentina

ALMA DE ORACIÓN (8 de 10)

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Y esta vida de intimidad tan intensa y viva con la Trinidad se la recompensó con una gracia especial el día de la Ascensión. Ese día se retrasó la M. Priora en ir a ver a la enferma y ésta la disculpó con estas palabras: ¡Oh, madre mía!, no tenga la menor pena por ello. El Señor me ha hecho una gracia tan grande que he perdido la noción del tiempo. Esta mañana se me decía en el fondo del alma esta divina sentencia: Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos nuestra morada en él. En el mismo instante percibí una gran claridad, la verdad de estas palabras No sabría decir de qué modo se me han revelado las Tres divinas Personas. Pero, no obstante, yo veía cómo celebraban en mí consejo de amor y aún me parece que todavía las estoy viendo. ¡Oh! ¡Qué grande es el Señor y cuanto nos ama! Y remataba: Desde ahora en adelante no se preocupe V.R. de satisfacer mis deseos. Cuando no pueda venir, hágase cuenta que estoy con mis Huéspedes divinos. Ya no puedo, no deseo otra cosa

ALMA DE ORACIÓN (7 de 10)

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Va ahondando cada vez más en la vivencia de los Tres en ella. Vive inmersa en la Santa Trinidad. Después de haberse ofrecido a la Santa Trinidad como una presa (NI 15) el 21 de noviembre de 1904, Isabel se sumerge más en el ideal contemplativo, buscando a Dios en el silencio interior y en el olvido de sí misma que ella vive dándose a los demás. Precisamente el silencio es la morada de la Trinidad. Vive en el silencio, le había escrito con anterioridad a Germana, que la Trinidad ha construido dentro de usted una amada soledad. Es toda la Trinidad la que reposa en nosotros (Cta 172:20.8.1903). En carta a su hermana Guita, hablando de los Tres, dice del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo te transforma en una lira misteriosa que en el silencio con su toque divino entonará un magnífico canto de amor” (Cta 269: final de abril. 1906) Y es en este silencio profundo en el que vive Isabel: “Siento a los Tres cerca de mí. Estoy más abrumada por la felicidad que por el dolor. Mi Maestro me ha re

ALMA DE ORACIÓN (6 de 10)

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En carta al abate Chevignard le escribe: “Lo que usted me dice acerca de mi nombre me hace bien ¡Me gusta tanto! Me manifiesta toda mi vocación. Pensando en él mi alma se eleva a la gran misión del misterio de los misterios, a esa Trinidad que desde la tierra es nuestro claustro, nuestra morada, el Infinito que podemos movernos a través de todo. Estoy leyendo ahora unas bellas páginas de nuestro bienaventurado Padre san Juan de la Cruz sobre la transformación del alma en las tres divinas personas”, cita unas palabras suyas y continúa: “Pensar que el buen Dios nos ha llamado por nuestra vocación a vivir en estas claridades santas ¡Qué admirable misterio de caridad! Yo quisiera responder … sepultándome, por decirlo así, en el fondo de mi alma, para perderme en la Trinidad que mora allí, para transformarme en ella… Entonces mi divisa, “mi ideal luminoso”, como usted le llama, sería realizado, será en efecto Isabel de la Trinidad ” (Cta 185: 28.11.1903). Por estas citas vemos que ella vi

ALMA DE ORACIÓN (5 de 10)

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En el aniversario de su entrada en el Carmelo pide al canónigo Angles que le bañe en la sangre de Jesús para que logre ser enteramente pura, del todo transparente para que la Santa Trinidad pueda reflejarse en mí, como en un cristal (Cta 131: 2.8.1902); la comparación está tomada de Santa Teresa en las Moradas primeras… (Cfr Cta 136) A Germana Gemeaux, una jovencita de 15 años, la escribe que el 17 de septiembre, en que cumple los 15 años, la consagrará a la Santísima Trinidad para que los Tres, que tanto amamos las dos, sea verdaderamente el centro donde discurra nuestra vida…Nos perdemos juntas en la Santa Trinidad… Me llamo siempre Isabel, pero tengo también el nombre de la Santa Trinidad ¿no es un nombre bonito? (Cta 136:14.9.1902). Mi amadísima Madre –le dice a su Priora- ruegue V-R un poquito para que la casita de Dios sea completamente invadida por los Tres (R p.215). A la misma Germana le dice en otra carta: “Los domingos paso con usted un día en honor de la Santa Trinidad. ¡