ALMA DE ORACIÓN (8 de 10)


Y esta vida de intimidad tan intensa y viva con la Trinidad se la recompensó con una gracia especial el día de la Ascensión. Ese día se retrasó la M. Priora en ir a ver a la enferma y ésta la disculpó con estas palabras: ¡Oh, madre mía!, no tenga la menor pena por ello. El Señor me ha hecho una gracia tan grande que he perdido la noción del tiempo. Esta mañana se me decía en el fondo del alma esta divina sentencia: Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos nuestra morada en él.

En el mismo instante percibí una gran claridad, la verdad de estas palabras

No sabría decir de qué modo se me han revelado las Tres divinas Personas. Pero, no obstante, yo veía cómo celebraban en mí consejo de amor y aún me parece que todavía las estoy viendo.

¡Oh! ¡Qué grande es el Señor y cuanto nos ama!

Y remataba: Desde ahora en adelante no se preocupe V.R. de satisfacer mis deseos. Cuando no pueda venir, hágase cuenta que estoy con mis Huéspedes divinos. Ya no puedo, no deseo otra cosa sino vivir en su intimidad. ¡Tengo una seguridad tan grande de que moran dentro de mí!, añadía cruzando sus manos sobre su corazón.

A partir de esta fecha, refiere la Madre Priora, cuando yo la encomendaba alguna intención particular, me respondía: Tengo que tratarlo con mi Consejo Todopoderoso. Tal era el nombre con que denominaba a las Tres divinas Personas desde el día de la Ascensión.

P. Román Llamas ocd

 

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