CONFIGURAR CON LA IMAGEN DEL PADRE (3 de 4)


Jesús, el Maestro, lo único que quiere es ver arder el fuego de su amor en nosotros para que seamos como Él: “Es el Maestro mismo el que viene a manifestarnos su deseo de ver arder el fuego del amor. En efecto, todas nuestras obras, todos nuestros trabajos no son nada delante de Él. Nosotros no podemos darle nada, ni satisfacer su único deseo, que es, de realzar la dignidad de nuestra alma. Nada le agrada más que verla crecer. Ahora bien, nada nada puede elevarla tanto como llegar a ser en cierta manera igual a Dios. He aquí porque Él exige de ella el tributo de su amor, siendo la propiedad del amor igualar en lo posible al amante con el amado. El alma en posesión de este amor aparece con Jesús en pie de igualdad porque su amor recíproco hace todo común entre el uno y la otra. Yo os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído decir a mi Padre” (Jn 15,13) (cf 15 p. 102).

Pinta a Jesús llamando a la puerta con infinita ternura (Ap 3,20) y dice que su llamada consiste en que “Cristo viene con sus tesoros, pero es tal el misterio de la rapidez divina, que Él llega continuamente, siempre por primera vez, como si no hubiese venido nunca, pues su llegada independiente del tiempo consiste en un eterno ahora y un eterno deseo renueva eternamente las alegrías de la llegada. Las delicias que Él trae son infinitas, porque ellas son Él mismo” (CF 17, p.103)

P. Román Llamas ocd

 

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