Jesús, no puedo ir más allá en mi petición, temería verme aplastada bajo el peso de mis audaces deseos. La única excusa que tengo es que soy una niña y las niñas no piensan en el alcance de sus palabras. Sin embargo, sus padres cuando ocupan un trono y poseen numerosos tesoros, no duda en satisfacer los deseos de esos pequeñajos a los que aman tanto como a sí mismos, por complacerlos hacen locuras y hasta se vuelven débiles, Pues bien, yo soy la HIJA de la Iglesia y la Iglesia es Reina, pues es tu Esposa, oh, divino Rey de los reyes. Si lo que él pide es el amor. No sabe más que una cosa: amarte Jesús. ¿Pero, cómo podrá él demostrar su amor si es que el amor se demuestra con obras? Pues bien, el niño arrojará flores , aromará con sus perfumes el trono real, cantará con su voz argentina el cántico del amor. Arrojar flores es no dejar escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeños cosas y haciéndolas por amor. Canta