ALMA DE ORACIÓN (6 de 10)
En carta al abate Chevignard le escribe: “Lo que usted me dice acerca de mi nombre me hace bien ¡Me gusta tanto! Me manifiesta toda mi vocación. Pensando en él mi alma se eleva a la gran misión del misterio de los misterios, a esa Trinidad que desde la tierra es nuestro claustro, nuestra morada, el Infinito que podemos movernos a través de todo. Estoy leyendo ahora unas bellas páginas de nuestro bienaventurado Padre san Juan de la Cruz sobre la transformación del alma en las tres divinas personas”, cita unas palabras suyas y continúa: “Pensar que el buen Dios nos ha llamado por nuestra vocación a vivir en estas claridades santas ¡Qué admirable misterio de caridad! Yo quisiera responder … sepultándome, por decirlo así, en el fondo de mi alma, para perderme en la Trinidad que mora allí, para transformarme en ella… Entonces mi divisa, “mi ideal luminoso”, como usted le llama, sería realizado, será en efecto Isabel de la Trinidad” (Cta 185: 28.11.1903).
Por estas citas vemos que ella vive intensamente el misterio de la presencia de los Tres en ella. Va tomando cuerpo en ella día tras día y en un momento dado se desata en la Elevación a la Santísima Trinidad, a la salida de los ejercicios espirituales de 12 al 21 de noviembre de 1904, predicados por el P. Fages, dominico: Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro (NI 15), que no es solamente una hermosa oración sino una verdadera ofrenda de ella misma y que marca una nueva etapa en su vida espiritual y en sus relaciones con sus Tres.
P.
Román Llamas ocd
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