EL JESÚS DE SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD (1 de 5)
Jesucristo
es el resumen de todos los valores y riquezas de Dios. Todas las realidades constan y tienen
consistencia en Él (Col 2.13-20). En Él residen todas las bendiciones de Dios
Padre: Bendito sea Dios… (Ef 1,3-14). El mismo apóstol nos dice que él no se
aprecia de otra cosa que de Jesucristo y este crucificado (1Cor 1,23) Y desde
su propia experiencia nos dice que para él Cristo lo es todo y todo lo demás
pérdida y basura en comparación de Él (Fil 3,8)
Dice
San Juan de la Cruz: “Que están bien escondidos. Tanto, que por más misterios y
maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas
en este estado de vida, les queda todo lo más por decir y aún por entender, así
hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos
senos de tesoros, que por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término
antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá. Que
por eso dijo San Pablo, del mismo Cristo, diciendo: en Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos (Col 2,3)
Las
Ordenes y Congregaciones religiosas son como una aplicación de estas palabras
de San Juan de la Cruz, en el sentido que cada una toma un valor determinado de
Jesucristo para vivirlo de modo especial: Unos le contemplan orante en el monte,
otros curando a los enfermos, otros enseñando a las gentes; otros toman el
aspecto de su Pasión y muerte.
Y
lo mismo sucede con los santos. Poniendo todos los ojos y la voluntad en Jesucristo
cada uno toma un aspecto determinado, uno cava más hondo en el seno de los
tesoros de Cristo y otros en otros. Siempre es la persona de Cristo, pero en
esa persona humano-divina se fija en algún rasgo especial. Un caso bien
destacado es el Beato P. Francisco Palau. Para él Jesucristo es Iglesia:
Jesucristo y los prójimos en unidad.
Isabel,
cuyo “mensaje se extiende hoy con fuerza profética” (Juan Pablo II), fiel y
gran discípula de San Pablo, apenas nos hablaba de la vida oculta de Cristo y
muy poco de la vida pública. Habla de Cristo mismo, de la persona de Jesús más
que en sí mismo en sus relaciones con ella misma y con las almas.
P. Román Llamas ocd
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