Hacer la voluntad de Dios es seguir los caminos de Dios.
Atenerse a la voluntad de Dios, al plan de Dios sobre nosotros es despojarse de sí mismo, del hombre viejo para arraigarse en Cristo. “Despojaos del hombre viejo, según el cual habéis vivido en vuestra vida pasada, me dice él, y revestíos del hombre nuevo que ha sido creado por Dios en la justicia y santidad (Ef 4,22-24) He aquí el camino indicado. No queda más que recorrerlo como Dios quiere” (UE 24) “Pero para realizar este plan, que es el de Dios mismo (asemejarnos más íntimamente al divino Modelo) he aquí el secreto: olvidarse, abandonarse, no buscarse a sí mismo, mirar al Maestro, solamente a Él, recibir igualmente, como venidos directamente de su amor, la alegría y el dolor. Esto coloca al alma en unas alturas tan serenas… (Cta 333: fin 10.1906) Ante la voluntad de Dios la naturaleza puede rebelarse, pero la voluntad de Dios es más fuerte. “Sin duda la naturaleza puede tener sus angustias ante el sufrimiento –el Maestro quiso experimentar esa humillación- pero la voluntad del...