El sufrimiento como prueba de amor 3 de 5
La
experiencia y la valoración del dolor como expresión y prueba del amor singular
de su Esposo a ella y como expresión y prueba de su amor total a Él, adquieren
unas cotas altísimas y sublimes y se acentúa y repite constantemente. Y no es
el dolor por el dolor, como ella misma dice en uno de sus testimonios, sino el
dolor como camino de identificación espiritual con el Crucificado por amor y de
hacer de ella con Él una Unidad al servicio de la Iglesia. Por eso, bastaría
referirse a este periodo de su vida desde final de marzo en que es llevada a la
enfermería hasta su muerte el 9 de noviembre de 1906, aunque la enfermedad la
viene trabajando desde mucho antes, si bien no le impide seguir la vida
regular.
Ya en
carta que escribe a la señora Sourdon le dice: “Querida Señora, el Señor me ha
hecho comprender con su luz el gran tesoro que es el sufrimiento y nosotros no
comprenderemos nunca hasta donde nos ama cuando nos prueba; la cruz es una
prueba de su amor” (Cta 269: hacia final del 4.1906; cfr Cta 323: 9.10.1906)
Al
canónigo Angles le dice que “quiere glorificarle (Al Señor) en el cielo o en la
tierra con el sufrimiento” (Cta 271: 9.5.1906)
Escribe
este billete a Marte de Jesús: “¡Sí supieras el don de Dios y quien es el que
te crucifica! ¡Es el Amor!” (Cta 282: ¿primavera de 1906?)
Con
ocasión de la fiesta de las mártires de Compiegne le escribe a su madre que
“¡Que feliz sería si mi Maestreo quisiese que también yo derramase mi sangre
por Él! Pero sobre todo le pido ese martirio de amor que ha consumido a mi
Santa Madre Teresa a quien la Iglesia proclama ‘Víctima de caridad’; y, ya que
la Verdad ha dicho que la mayor prueba de amor es dar la vida por quien se ama
(Jn 15,13), le doy la mía. Hace mucho tiempo que es suya para que haga lo que
le agrade, y si no hay mártir de sangre, quiero serlo de amor” (Cta 287:
19.6.1906; cfr Cta 188: 24.6.1906)
Refiriéndose
a su enfermedad, dice: “yo la llamo la enfermedad del amor, porque es Él ¿no es
verdad, madrecita mía? Él que nos trabaja y nos consume. Estoy siempre en mi
pequeño lecho, completamente en las manos de mi Maestro, alegre de antemano por
todo lo que haga” (Cta 294: 8.9.1906; cfr Cta 62, antes de ser monja. Y ver en
la nota 2 a la carta 289 lugares en los que habla de este abismo)
En
carta al canónigo Angles le dice que está “tendida en esta camita que es el
altar (Cfr Cta 306, nota 1), donde me inmola el Amor (como la cruz para Jesús).
¡Oh!, pida que el parecido con la imagen adorada sea cada vez mayor: ‘Configuratus morti ejus’. Esto es lo
que me persigue sin cesar, lo que da fuerzas a mi alma es el dolor. Si usted
supiese la obra de destrucción que siento en todo mi ser. Es el camino del
Calvario que se ha comenzado y estoy contenta de caminar como una esposa al
lado del divino Crucificado” (Cta 294: 8 o 9.6.1906)
P.
Román Llamas ocd
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