Hacerla siempre y en todo
Esta voluntad del Padre del cielo hay
que vivirla siempre, como hay que obrar siempre por amor, tanto en lo que
llaman los autores espirituales la voluntad de beneplácito como la voluntad de
signo. Y entre los signos en los que se manifiesta la voluntad del Padre están
los aspectos negativos de la vida: el dolor, la enfermedad, el fracaso, las
humillaciones, los infortunios… ¿qué hacer entonces? “Comamos con amor este pan
de la voluntad de Dios. Si algunas veces sus determinaciones son muy dolorosas,
podemos decir, sin duda, con nuestro Maestro adorado: ‘Padre, si es posible
pase de mí este cáliz’, pero añadiremos inmediatamente: ‘No como yo quiero sino
como Vos queréis’ (Mt 26,39) Y con serenidad y fortaleza subiremos también
nuestro Calvario con el divino Crucificado, cantando en el fondo de nuestras
almas, haciendo subir hasta el Padre un himno de acción de gracias, porque los
que van por esta vía dolorosa son aquellos a quienes ‘Él ha conocido y
predestinado a ser conformes con la imagen de su divino Hijo (Rom 8,29), el
crucificado por amor’” (VF 30)
En este campo, un punto en el que
ella ve que debemos aceptar la voluntad de Dios es en resignarnos a aceptar
nuestra bajeza a causa de nuestros pecados. Porque “Dios ha encontrado el modo
de hacerlos útiles, de conversión en nuestras manos en instrumentos de
salvación. Que esto no disminuye nada ni nuestro miedo de pecar ni nuestro
dolor de haber pecado. Pero nuestros pecados ‘se han convertido para nosotros en
una fuente de humildad’” (CF 35) “Cuando el alma considera en lo íntimo de sí
misma, con los ojos abrasados de amor, la inmensidad de Dios, su fidelidad, sus
pruebas de amor…; cuando después se mira a sí misma y a sus ofensas contra el
inmenso Señor… Ella se resigna a la voluntad de Dios y con la abnegación íntima
halla la paz verdadera, invencible, perfecta que nada turbará, pues ella se ha
precipitado en un abismo tan grande que nadie irá a buscarla allá” (CF 36),
‘porque en todo ve la voluntad de Dios’.
En la Grandeza de nuestra vocación
escribe a Francisquita de Sourdonn, una joven de 19 años, que experimenta una
alegría íntima y profunda al pensar que Dios la ha escogido para asociarla a la
Pasión de Jesucristo y que el Camino del Calvario, por eso, le parece, más
bien, la ruta de la felicidad. “¿No has visto esas estampas que representan la
muerte segando con la hoz? Pues bien, ese es mi estado; me parece que la siento
destruirme así… para la naturaleza esto es a veces doloroso, y te aseguro que, si
me quedase ahí, no sentiría más que flaqueza en el sufrimiento. Pero esta es la
consideración humana, y muy pronto ‘abro el ojo de mi alma a la luz de la fe’ y
esta fe me dice que es el amor el que me destruye lentamente, y mi alegría es
inmensa y me ofrezco a él como presa” (GNV 7)
Cuando se demoraba su entrada en el
Carmelo escribió esta poesía, que es un canto a la acogida de la voluntad de
Dios en momentos duros:
¡Que se cumpla tu voluntad! / Desde
hace mucho, amado Salvador / mi frágil vida ya te consagré, / esperando
consolar tu corazón.
Dejar el mundo es mi aspiración, /
Detesto su espíritu inmoral, / y en medio de sus falsos placeres, / deseo
todavía sufrir más.
¡Oh Esposo divino, dulce Salvador, /
en uno de estos queridos monasterios, / de austera y dura regla, / quisiera
asociarme a tu dolor.
Pero tú no lo quieres todavía, /
¿Cuándo podré entregarme a ti? / Mas si te agrada verme sufrir, / no escuches
mi piadoso anhelo, / que se cumpla tu santa voluntad / y para siempre jamás sea
bendita.
Lo que tú quieres, lo quiero también
yo, / oh mi Jesús, amigo celestial. / Que tu voluntad, pues, sea la mía, / y en
mi piadoso deseo me sostenga.
Hacer la voluntad del Padre es
adorarle en espíritu y en verdad.
Jesús nos manda adorar al Padre del
cielo en espíritu y en verdad (Jn 4,23). “Adorémosle en verdad, es decir, con nuestras obras, pues es sobre todo por
nuestras obras como nos mostramos veraces; es hacer siempre lo que manda el
Padre (Jn 8,29) de quien somos hijos. En fin, ‘adoremos en espíritu y en
verdad’, es decir, por Jesucristo y
con Jesucristo, pues solo él es el verdadero adorador en espíritu y en verdad”
(CF 33). Mostrarse veraces es una alusión clara a la Santa Madre: V 41; 3M 1;
7M 4.
P. Román Llamas ocd
Próximas
publicaciones:
·
Hacer la voluntad de Dios es
glorificarle
·
Hacer la voluntad de Dios es seguir
los caminos de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario