El sufrimiento como prueba de amor 4 de 5
En
carta a su hermana Guita le dice también: “Él me atrae hacia el sufrimiento,
hacia el don de sí: me parece que esto es el término del amor. Hermanita, no
perdamos ningún sacrificio, ¡Hay tanto que recoger en un día!... ¿No te parece
que el sufrimiento une a Él con un lazo más fuerte?” (Cta 298: 16.7.1906)
En
este tiempo escribe varias cartas a su madre y en la mayoría le habla de este
amor al sufrimiento y esta obsesión por él. Voy a recoger solamente dos textos:
“Comprendo mejor que nunca cuanto nos ama Dios cuando nos prueba… Cuando temes,
como dices en tu amable y querida carta, que yo sea una víctima destinada al
sufrimiento, te suplico no te entristezcas, sería tan hermoso… No me creo
digna. Piensa que tengo parte en los sufrimientos de mi Esposo y voy a Él con
mi pasión para ser redentora con Él. San Pablo dice que a los que Dios ha
conocido en su presciencia los ha destinado para ser conformes con la imagen de
su Hijo (Rom 8,29). Alégrate en tu corazón maternal pensando que Dios me ha
predestinado y me ha marcado con el sello de la Cruz de su Cristo” (Cta 300:
18.7.1906; cfr Cta 305: 13-14.8.1906)
“El
sufrimiento me atrae cada vez más. Este deseo es casi mayor que el del cielo,
que, sin embargo, era muy fuerte. Nunca el Señor me había hecho comprender tan
claramente que el dolor es la mayor prenda de amor que Él puede dar a su
criatura (Cfr para esta frase Cta 315: 23.9.1906) ¿Oh? Ya ves, a cada nuevo sufrimiento
beso la cruz de mi Maestro y le digo: ‘Gracias, no soy digna’, pues pienso que
el sufrimiento fue el compañero de su vida y yo no merezco ser tratada como Él
por su Padre. Hablando de Jesucristo escribía una santa: ‘¿Dónde habitaba Él
sino en el dolor?’ y David ha cantado que este dolor era inmenso como el mar”
(Cta 314:21.9.1906) La expresión no es de David sino de Lam 2,13; Este mismo
texto y con expresiones parecidas lo encontramos en la Cta 323 bis a la señora
de Vathaire)
Estoy
ocupada con la pasión, y, cuando se ve todo lo que Él ha sufrido por nosotros
en su corazón, en su alma y en su cuerpo, se siente como una necesidad de
devolverle todo esto; parece que se quisiera sufrir todo lo que Él ha sufrido.
No puedo decir que ame el sufrimiento en sí mismo, pero lo amo porque me hace
semejante a aquel que es mi Esposo y mi Amor. Oh, ya ves, todo esto pone en el
alma una paz tan dulce, una alegría tan profunda que se acaba de poner la felicidad
en todo lo que nos contraría” (Cta 317: finales 9.1906)
En
carta a la madre Germana de Jesús, su madrecita que tanto la cuidó y mimó en su
última enfermedad y a quien llama: mi sacerdote amado, le dice: “11 horas.
Desde el Palacio del dolor y la bienaventuranza” (cfr Cta 323 bis y P 113 y
120; y Cta 311 y P 114 ambas del 14 de septiembre, donde junta palacio y dolor)
y que “vuestra pequeña alabanza de gloria” en señal de “su tierno
reconocimiento ora y sufre incesantemente por usted. ¡Oh, ayúdeme a subir mi
Calvario!... Madre mía, siento a los Tres muy cerca de mí. Estoy más abrumada
por la felicidad que por el dolor. Mi Maestro me ha recordado que esta era mi
morada y no debía escoger mis sufrimientos. Me sumerjo, pues con Él en el dolor
inmenso, con todo temor y angustia” (Cta 320: 10.10.1906)
P.
Román Llamas ocd
Comentarios
Publicar un comentario