SANTA TERESITA Y LA VIRGEN MARIA
Las relaciones de Santa Teresita y la
Virgen María podemos contemplarlas en su aspecto vivencial o en su aspecto
doctrinal, que deriva de aquél.
En el aspecto de vivencia espiritual,
cristiana y religiosa la Virgen María ocupa un lugar de primer orden en la vida
y en el espíritu de Santa Teresita. Casi podemos decir que Teresita no se
explica sin María, sobre todo a partir de la curación milagrosa el 13 de mayo
de 1883, cuando tenía diez años, con la sonrisa encantadora de María, sonrisa
que recordará siempre con agradecimiento: Tú, que me sonreíste en la mañana de
mi vida, ven a sonreírme ahora... Madre, ¡ha llegado la tarde! le dice cuatro
meses antes de morir.
Dejando otros detalles marianos a lo largo
de su vida, voy a fijarme solamente en algunos que considero más relevantes.
Comienzo por su visita a la Virgen de las Victorias en París, días antes de
comenzar la peregrinación a Roma. Fue un encuentro especial con María, su
madre, Imposible "decir lo que sentí a sus pies". Allí la Virgen le
hace comprender que fue ella realmente la que le sonrió y curó.
Comprendió también que María velaba por ella y que era su hija y ella su
Mamá, nombre más cariñoso que el de Madre (MA 56v). Allí pidió a la Virgen y a
San José su especial protección para el viaje a Roma. Allí le pidió que se
realizara uno de los sueños de su niñez: vivir escondida a la sombra de su
manto virginal. Sueño que vio realizado con su entrada en el Carmelo. Para
ella vivir en el Carmelo fue vivir una vida enteramente mariana. Refiriéndose a
esta vida mariana, especialmente sentida en los años de noviciado, dirá en los
últimos meses de su vida: Estaba enteramente escondida bajo el velo de la
Santísima Virgen (CA 11.7.2). En sus años de ayudante de maestra de novicias
una oracioncita a la Virgen le solucionaba todos los problemas y le sacaba de
todos los apuros.
Cuando va a comenzar la escritura del
Manuscrito A, enero de 1895, le pide a la Virgen que no trace ni una sola línea
que no sea de su agrado. Le causa especial emoción el profesar el 8 de
septiembre, fiesta de la Natividad de María (MA 77). Se extraña de que no pueda
concentrarse en el rezo del rosario, cuando lo reza sola, “pues amo tanto a
la Santísima Virgen que debería resultarme fácil rezar en su honor unas
oraciones que tanto le agradan... La Santísima Virgen me demuestra que no está
disgustada conmigo. Nunca deja de protegerme en cuanto la invoco... siempre se
hace cargo de mis intereses, como la más tierna de las madres. Durante su
última enfermedad, la presencia y experiencia mariana adquieren cotas
altísimas: "no dejaba de hablar de la Santísima Virgen" (PA 268). Y
las últimas letras que escribió sobre la tierra fueron en honor de la Santísima
Virgen: el 8 de septiembre de 1897 trazó estas líneas con mano temblorosa en el
anverso de una estampa de Nuestra Señora de las Victorias: "¡Oh María! si
yo fuese la Reina de los cielos y tú fueses Teresa, yo querría ser Teresa para
que tú fueses la Reina de los cielos" (Or 21). Teresita, alma y vida
eminentemente marianas por los cuatro costados.
P. Román Llamas ocd
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