LAUDEM GLORIAE (16 DE 19)


El alma, por la simplicidad de su mirada con que contempla su divino objeto. Se halla separada de todo lo que la rodea. Separada sobre todo de sí misma. Entonces ella resplandece con la ‘ciencia de la claridad de Dios’ (2Cor 4,6) de que habla el Apóstol, porque ella permite al Ser divino reflejarse en ella ‘y todos sus atributos le son comunicados’. En verdad esta alma es la alabanza de gloria de todos sus dones. Canta a través de todo y en los actos más sencillos el ‘canticum mágnum, el canticum novum’… y este cántico hace conmoverse a Dios hasta lo más profundo de su Ser” (UE 8, p.148)

Una reflexión más. Una alabanza de gloria es, en fin, un ser que siempre permanece en actitud de acción de gracias. Cada uno de sus actos, de sus movimientos, cada uno de sus pensamientos, de sus aspiraciones, al mismo tiempo que la arraigan más profundamente en el amor, son como un eco del Sanctus eterno” (CF 43, p.119). Vuelve sobre el mismo tema en Últimos Ejercicios y escribe: “En fin, Él quiere que yo crezca en Jesucristo por la acción de gracias. ¡Es en ella donde todo debe acabar! ¡Padre os doy gracias (Jn 11,41) He aquí lo que se cantaba en el alma de mi Maestro y ¡Él quiere escuchar su eco en la mía! (UE 35, p.166). Y explica cuál debe ser este cántico nuevo el que más puede agradar y cautivar a su Dios “el de un alma despojada, librada de sí misma, en la que Él puede reflejar, todo lo que Él es, y hacer todo lo que quiere. Esta alma se parece a una lira tocada por Dios y sus dones son como otras tantas cuerdas que vibran para cantar día y noche la alabanza de su gloria” (Ibídem).

P. Román Llamas, ocd



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