EL AMOR SOLO SE PAGA CON AMOR (5 de 8)
En
la parábola del buen Samaritano (Lc 10,19-37), Jesús, en la persona del buen
Samaritano se conmueve ante la situación de cada hombre y de la humanidad
entera, tipificada en el hombre que cayó en manos de ladrones y salteadores de
caminos que, después de robarle y maltratarlo y dejarle medio muerto, Jesús al
pasar y verla, a la humanidad, en esa situación se conmovió en sus entrañas (Lc
10,33), la tomó, la curó y se desvivió por ella. Esta interpretación se funda en
el hecho de que el verbo utilizado por san Lucas para expresar esta conmoción,
lo utiliza en otros lugares aplicado solamente a Jesús, para darnos a entender
que de quien habla en la parábola del buen Samaritano es de él mismo, como
Rostro visible del Padre del cielo,
Pero
las entrañas del corazón de Dios Padre también se conmueven de gozo y alegría.
Es el caso de la parábola del hijo pródigo. Después que el hijo menor con su
herencia se marchó de casa de su padre y la ha dilapidado viviendo
escandalosamente, decide volver a la casa paterna. El padre salía todos los
días para ver si volvía el hijo porque su corazón le decía que volvería. Y un
día volvió y cuando todavía estaba lejos el padre le vio y se le conmovieron
sus entrañas de gozo (Lc 15,20), porque de nuevo recupera a su hijo perdido. El
corazón del padre conmovido en sus entrañas salta de gozo y corre hacia su hijo,
se le echa al cuello y le come a besos (Lc 15,29) ¿Quién puede comprender la
conmoción de gozo del corazón del Padre del cielo cuando sus hijos corremos
arrepentidos de nuestros pecados a él? Su perdón es siempre jubiloso.
P. Román
Llamas, ocd
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