EL AMOR SOLO SE PAGA CON AMOR (3 de 8)



Entre las muchas y bellas manifestaciones que tienen los padres, una de las más encantadoras y tiernas es la conmoción entrañable interior que sienten ante determinados momentos concretos y circunstancias especiales de sus hijos. Sienten que se les conmueven las entrañas cuando tienen que castigarlos o corregirlos, cuando los ven en una necesidad extrema, cuando los sorprenden muy angustiados y tristes, también ante un triunfo o éxito notable sienten una gozosa conmoción. 

Conmoverse las entrañas es la expresión con que el Espíritu Santo a través de los autores bíblicos nos revela y manifiesta las reacciones del corazón de Dios Padre ante las situaciones de su pueblo y de sus hijos de la que la conmoción de las entrañas de los padres no son más que un pálido reflejo. Los términos tanto hebreo como griego para expresar esa conmoción significan en su raíz el seno materno.

El Dios que ama a sus hijos con amor eterno, les ama también con un amor lleno de ternura, una ternura casi carnal, se le conmueven las entrañas: Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles (Sal 103,13). Por eso, cuando ve que tiene que castigar a su pueblo o hijos por su infidelidad a tantísimo amor.  Él, cuya cólera dura instante y su misericordia y fidelidad por siempre (Sal 30,6; cfr Is ,6612-13) se dice: “¿Cómo voy a dejarte Efraím, como entregarte Israel? Mi corazón se conmueve dentro de mí, mis entrañas se estremecen. No daré salida al ardor de mi ira, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios y no hombre, soy el Santo en medio de ti y no vendré con mi ira” (Os 11,9)

 

P. Román Llamas, ocd






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