El menú diario para la Cuaresma puede ser este:



Abstinencia de toda soberbia.

Ayuno de todo egoísmo

Precio; Conversión del corazón

Necesitamos vaciarnos del todo de nosotros para poder recibir al Todo. Aquí la doctrina de San Juan de la cruz. Tenemos que sacrificar al hijo o los hijos que más queremos, como Abraham: sacrifica al hijo que tanto quieres (Gn 22,2). Hay que sacrificar lo que más queremos, lo que más deseamos, lo que más soñamos, lo que más nos ilusiona. Y pueden ser cosas importantes, hasta la propia vida. Puede ser la salud, el prestigio, la buena fama y el buen nombre, puede ser una amistad. Puede ser una persona querida, un puesto de trabajo, un hobby. Hay que renunciar a ello sino va conforme a la voluntad de Dios Padre.

Y Dios te pide el sacrificio, es el aspecto pasivo de la Cuaresma. Lo que Dios pide o permite. Se trata del sacrificio de la voluntad y en la voluntad; el sacrificio de tu amor en cualquier momento de la vida. Pero es para que puedas amar más y mejor, para ensanchar tu capacidad de amar y de recibir. No te canses de recibir que Dios no se cansa de dar, dice Santa Teresa. Te pide el sacrificio de un hijo para que puedas tener más hijos, para que puedas crecer, para que puedas ser más feliz. “Cuanto menos se posee de otras cosas más capacidad hay y más habilidad para esperar lo que se espera, y, consiguientemente, más esperanza, y cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y menos esperanza” (3S 15).

 

Esta palabra de Jesús que escuchamos es el meollo, la esencia del evangelio, de su mensaje. Escucharla es poner la vida en la órbita de Jesús en su dimensión de cruz, a quien nos configura el bautismo desde el amor. La cruz es el reverso del amor que recibe toda su luz del amor; sin ella el amor no es verdadero, porque el amor se alimenta de sacrificios; sin ella no hay seguimiento de Cristo.

Negación que por Cristo y en Él hay que llevar hasta el martirio si se presenta el caso. Ya la vida religiosa vivida con perfección es un martirio prolongado, en frase de Santa Teresa, y también la vida cristiana vivida con perfección.

Pueden cambiar algunas formas de cruz y mortificación –no pueden desaparecer todas- pero esa actitud interior no puede ni debe disminuir. Es la fuente fecunda de austeridad, de renuncia, de sensatez espiritual. Elemento esencial de la vida cristiana en todas las mortificaciones y cruces.

P. Román Llamas, ocd


 Próximas publicaciones

4) Cristo es el agua viva y vivificadora

5) Jesús es el gran escuchador.

6) Esta es la actitud por excelencia de María.

EXAMEN

TIEMPO DE CUARESMA. TIEMPO DE DESIERTO

A) El desierto lugar de prueba

B) El desierto lugar de la revelación y donación de Dios.

Jesucristo y el desierto.


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