b) Que la escuchen en los pobres.
Pobre es aquel a quien nadie escucha.
El pobre es el que ha escuchado siempre: ha escuchado al maestro, al
catequista, a la Sor, en el cuartel… Ahí está la raíz de la pobreza; no ha sido
escuchado jamás.
En el libro del Eclesiástico dice el
Espíritu Santo: La sabiduría del pobre es desconocida y no se escuchan sus
palabras (Ecli 9,17). Nadie le presta la menor atención. Apenas encontraréis un
pobre que sea honrado de los demás. Y, en cambio, una de las más interesantes
instrucciones de Dios a través de Moisés en el Sinaí es: “al juzgar no haréis
acepción de personas, sino que escucharéis al pequeño como al grande” (Deut
1,17).
Escuchar al pobre es el camino de la verdadera evangelización, a que estamos llamados y comprometidos; recibirla de manos de los pobres, de los sencillos, escuchándoles. Para comprender el verdadero sentido de la pobreza, la que las contiene a todas, es haberla recibido de la mano misma de los pobres. Recibir de ellos la comprensión profunda de la pobreza según el evangelio, como lo comprendió Cristo. Saber escuchar al pobre es convertirlo a su vez en escuchador.
Un religioso que trabajaba en una
fábrica del Brasil… se ordena sacerdote. En un momento el Cardenal Rossi
pregunta: Si alguien tiene que decir respecto a este futuro cardenal, que lo
diga.
-Yo tengo algo que decir; hasta que
ha venido a trabajar a esta fábrica no había más que trabajadores, peones; para
nada contábamos… pero desde que está con nosotros, obrero como nosotros,
tenemos conciencia de que somos hijos de Dios; nos respetan.
Uno de los compañeros de equipo de
trabajo, Pablo Xardel, ha muerto en Brasil, aplastado por un camión, cuarenta
días después de su entrada en la fábrica. Sus compañeros no sabían que era
sacerdote. Después de su muerte descubrieron que era el P. Pablo. Fue en sus
exequias cuando uno de aquellos trabajadores dijo: ¡Ah! Ahora que sé que era
sacerdote comprendo por qué sabía escuchar tan bien.
Tal es la actitud del sacerdote, del religioso, del apóstol. No seamos como los amigos de Job. Sepamos escuchar. Pidamos a Dios un corazón que sepa escuchar, que sepa escuchar a Dios en el pobre. Esa es la gran revolución que hay que hacer, no esa otra de prácticas o cultos. Que el Señor nos abra cada mañana el oído de discípulo (Is 50,4). Escuchando al pobre le enseñamos a que escuche a Dios.
Entre los pobres podemos incluir a
los que se sienten solos, a los pelmas. Escucharlos es una obra de
misericordia. “Oír –decía Amado Nervo- con paciencia es mayor caridad que dar.
Muchos infelices se van mucho más encantados con que escuchemos el relato de
sus penas que con nuestro óbolo”. Es frecuente comprobar cómo personas que
vinieron a pedir un consejo se van contentas sin haber escuchado la respuesta,
porque lo que realmente venían buscando era nuestro escuchar silencioso y su
desahogo.
A pesar de que caminamos, o mejor,
estamos inmersos en una sociedad o civilización auricular, son cada vez más los
que se quejan de que nadie les escucha. Y es que vivimos en una sociedad en la
que falta la civilización del amor. No se puede escuchar sin amor y sin la
valoración de la persona que te habla. Escuchar es superar el egoísmo y la
comodidad. Oír es barato, escuchar costoso. Para oír basta el tiempo, para
escuchar se necesita corazón. Por eso no hay peor sordo que el egoísta.
P. Román Llamas, ocd
Próximas publicaciones
4) Cristo es el agua viva y vivificadora
5) Jesús es el gran escuchador.
6) Esta es la actitud por excelencia de María.
EXAMEN
TIEMPO DE CUARESMA. TIEMPO DE DESIERTO
A) El desierto lugar de prueba
B) El desierto lugar de la revelación y donación de Dios.
Jesucristo y el desierto.
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