B) El desierto lugar de la revelación y donación de Dios (2)

 


Sólo en el silencio se puede escuchar la palabra de Dios que salva y reverdece el espíritu. Sólo en ese silencio se puede escuchar la revelación, la comunicación de Dios. Y es que el desierto es el lugar de la comunicación de Dios, porque es el lugar o la situación de la oración, que es donde Dios se comunica. La oración es estar a solas con Dios Padre, con Jesucristo amigo; oración es ponerse en desierto para dialogar con Dios. Dios mete el alma en el desierto de la oración cuando quiere comunicarle sus gracias y bendiciones, los secretos de su corazón. Así se las comunicó a Moisés y a Elías; así a Cristo: estando en oración, en el bautismo; a solas en el monte –en el Tabor- en el desierto. Cristo busca los desiertos.

Para los profetas son los días de los desposorios, del matrimonio de Dios con su pueblo (Jer 2,2; Os 2,16). ¿Dónde se celebra el matrimonio espiritual, ápice de la oración?...

En el desierto se revela Dios a Moisés: Dios lleva al desierto con ocasión de descubrirse que ha matado a un egipcio (Ex 2,14-15)… Moisés se siente desprotegido, perseguido, pobre, a la intemperie y es entonces cuando oye la voz de Dios: Moisés, Moisés… Heme aquí… En la desnudez del desierto, del silencio, de la soledad oye la voz del Señor desde la zarza ardiente sin consumirse (Ex 3,1ss). Dios descubre su presencia donde no hay presencias. Descubrimos la presencia de Dios en la oración cuando no hay presencia de criaturas, en desierto, cuando estamos solos.

Esta teofanía, con la que se inicia la salvación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, la obra más grandiosa llevada a cabo por Dios con brazo extendido y mano poderosa, se da en la soledad del desierto.

En el desierto se revela Dios a Elías. También Elías va al desierto huyendo de la impía Jezabel…

No le basta entrar en el desierto, tiene que llegar al corazón del desierto: Arriba, álzate, come, porque te queda todavía un largo camino (1 Rey 19,7). Con la fuerza de aquel manjar puede llegar al corazón del desierto, al Sinaí. Caminó durante cuarenta días y cuarenta noches, como Moisés, entra en la cueva de Moisés. Dios se le revela y le descubre su presencia en lo profundo del desierto. No le reconoce en el viento clamoroso, ni en el terremoto, ni en el fuego trepidante, sino en el silencio de la naturaleza y en el silencio de su corazón. Cuando callan las angustias, los temores, las iras, cuando todo calla en el corazón y sólo queda la sed de Dios, Dios se le revela, como lo hace siempre, en el misterio.

Cuaresma, tiempo de oración más continua, asidua e intensa…

 

P. Román Llamas, ocd


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