B) El desierto lugar de la revelación y donación de Dios.
Dios lleva al pueblo a través de las
pruebas del desierto, para comunicarle su misterio de amor, gracia y
misericordia con grandeza y poder. Metido el pueblo en aquel terrible desierto,
de nadie podía esperar ayuda, protección y salvación sino de solo Dios. Sólo Él
podía hacerle superar las pruebas a que se vio sometido. El pueblo no tiene a
quien dirigirse. En el desierto el pueblo se ve desarmado. Dios le reduce a la
nada. Le ha llevado al corazón del desierto, le ha hecho pasar por duras
pruebas y es entonces cuando el Señor se le da a conocer en su intimidad, ya en
la travesía que se hace bajo la única guía de Dios, bajo el protagonismo de
Yahvé –él es luz en la noche y su sombra por el día- aparece esta gracia y amor
de Dios. Y, cuando llegan al corazón del desierto, al Sinaí, establece una
alianza con ellos, haciéndolo su pueblo y heredad. Por pura gracia se une a él
de una manera íntima e indisoluble. Se compromete a velar por él, a conducirle,
hasta llevarle a la tierra de promisión.
El desierto más que un lugar es un
estado de ánimo, es una actitud espiritual. Por eso el desierto no debe ser
extraño para los que viven en familia y comunidad; es el símbolo, la imagen de
la dimensión de la persona humana, que no necesita más que lo indispensable y
preciso. Poniéndose en el desierto hace espacio a Dios, da lugar a Dios…
El desierto es la caída de mitos e
ídolos que acompañan a la persona humana socializada y significa disciplina,
austeridad, despojo total y aceptación de sí mismo en una confrontación desnuda
en un cara a cara consigo mismo y en un cara a cara con Dios. Por eso el desierto
tiene pocos amadores, es costoso y duro.
La atmósfera del desierto es un gran
silencio. El desierto no aguanta los rumores ni los ruidos. A lo más de vez en
cuando una brisa ligera. Un proverbio árabe dice: La brisa ligera es el llanto
del desierto que llora porque quería ser verde. En la brisa ligera viene el
Dios de amor para reverdecer a quien ha tenido el coraje de entrar en el
desierto.
P. Román Llamas, ocd
Próximas publicaciones
B) El desierto lugar de la revelación y donación de Dios (continuación)
Jesucristo y el desierto.
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