f) Se ofrece al Padre como víctima (7 de 8)
Su amor a la Iglesia le
lleva no sólo a consultar a Dios en favor de ella, a orar al Padre por ella
sino hasta a ofrecerse como víctima sacrificial por ella. En uno de los relatos
autobiográficos de Mis Relaciones se retrotrae al año de 1838, en el que se
resolvió a morir por la Iglesia, metiéndose en misión de sacerdote entre los
dos ejércitos en guerra de carlistas y liberales, en un país asolado por una
lucha fratricida. Pensó que allí podía dar la sangre por su Amada la Iglesia y
se ofreció como víctima. “Seguro de poder dar allí mi sangre en testimonio
de amor para mi Amada, ofreciéndose al Padre por una de las víctimas que su
cuchilla justiciera sacrificaba en expiación de nuestros pecados, me presente
al altar del sacrificio” (MR 18,814)
Y que en este
ofrecimiento como víctima tiene, sin duda, presente el ofrecimiento que hizo
Jesús a su Padre para la expiación de los pecados y así salvar al mundo, se
deduce de lo que el mismo enseña a Juana Gracias en una carta: “Imita a
Jesucristo en esto y hallarás un verdadero maestro y modelo de oración. Síguelo
en todos sus pasos, lo verás en el desierto orando por los hombres, en el
huerto de los olivos agonizando por ellos, en la predicación socorriéndoles en
sus necesidades, en la cruz ofreciéndose al Padre como víctima de propiciación”
(Cta. 6).
Pero su Padre no le
aceptó. Después de exponer como la Virgen del Carmen se interpuso entre él y
sus perseguidores cuando entraron en la cueva donde se ocultaba para que no le
vieran, pues iban con intención de fusilarle en el acto, añade: “entonces vi
que no aceptaba mi Padre celestial mi sangre” (MR 20,815).
En el milagro del armario
afirma que el padre le libró por manos de una mujer “instrumento secreto de
la Providencia” (MR 19,815)
P. Román Llamas, ocd
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