c) Dios Padre dirige y gobierna sus pasos. (4 de 8)



De varias maneras expresa este pensamiento. Así afirma que en el servicio de la Iglesia él está a las órdenes y mandato del Padre celestial: “Hija mía, yo no me pertenezco a mí; pídelo a tu Padre celestial, pues yo estoy a sus órdenes y mandato” (MR 8, /), le dice a la Iglesia en coloquio con ella en la figura de Sara.

El P. Palau sabe y está plenamente convencido de que Dios dirige su vida y la gobierna. Dice en una carta: “No está en nuestras manos el ordenar nuestros pasos. Dios los ha contado todos y estoy ligado a su voluntad, y nunca miraré ni mis interese propios espirituales o corporales, ni los vuestros, sino los de Dios y de su Iglesia, y por lo mismo caminaremos por donde el querrá” (Cta. 18)

Y vive desde esta convicción y conciencia, viendo en todo la voluntad del Padre que le gobierna: “Hago lo que no tengo corazón de hacer; pero temo ofender a Dios, que creo me manda estar en esta ciudad (de Barcelona). La esperanza me consuela. Espero que Dios viendo cuán contra corriente hago lo que él me ordena, tendrá piedad de mí y tal vez me sacará del mundo” (Cta. 11)

Y así ve como voluntad de Dios el fracaso de las comunidades de Lérida y Aytona. “Yo quería asociarte con hermanas y ¿qué habría resultado de aquí?, comunidad de monjas o una derrota. Lo primero se ve que no convenía, no era esa mi misión. Dios se ha manifestado por lo segundo: Dios no ha aprobado que salieran de mi espíritu comunidades religiosas. Conocida ahora claramente su voluntad por las obras y hechos, desisto y renuncio enteramente a esta idea y, en consecuencia, dispongo en cuanto a Lérida que la casa sea alquilada… Y abandono este combate” (Cta. 19)

Y porque Dios Padre dirige y gobierna nuestras vidas “hemos de entrar por la puerta que Dios abra, sea donde quiera” (Cta. 60).

Y por eso mismo “porque uno de los modos más seguros de comunicarse Dios es el de mandar sin dar razón, y porque hay que seguir la razón superior, que es la de la obediencia a Dios, que no falta en manifestar lo que él quiere, si hay disposición a obedecer”, afirma de sí mismo, “yo no quiero que cuando Dios me ordena una cosa me dé el porqué. No lo necesito, me basta conocer su voluntad. Esta es la mejor y más segura dirección: callar, obrar, obedecer. Del mismo modo que Dios me guía a mí, yo te he de guiar a ti” (Cta. 52)

Desde este convencimiento y conciencia de que Dios Padre dirige sus pasos en la vida no deja de afirmar que lo único que interesa es caminar conforme a los designios de Dios, y que son éstos los únicos que interesa conocer. “Aprovecharé todas las ocasiones que se presenten para realizar los designios de Dios sobre ti. ¡Cuán feliz seré yo por esta parte cuando sepa que estas en una posición conforme a los designios tuyos y a los de Dios!” (Cta. 19). “Adoremos los designios de Dios y de su providencia y respetémoslos” (Cta. 38)

En las relaciones interiores con Dios, que es lo esencial, lo demás todo pasa, no cuenta la buena o mala voluntad de los hombres sino Dios, le dice a Juana Gracias:

“Yo y Dios, yo para Dios y Dios para mí “sólo Dios basta” … “Humíllate, y Dios, que no tiene sus manos atadas a estos signos, te bendecirá. Por eso, no te conmuevas, sigue inalterable, tranquila y en paz en tus relaciones con Dios” (Ctas. 40 y 73)

Y es que solamente Dios conoce los fines y destinos de los hombres. Para éste están totalmente ocultos e ignorados. ¿Quién sabe lo que le va a pasar mañana? Sólo él conoce y dirige la marcha de nuestra vida. “Tú no conoces tus destinos. Sólo Dios los sabe y él te dirá por la voz de la obediencia por donde hayas de marchar” (Cta. 87). “Sólo Dios

conoce los destinos del hombre y los caminos por donde puede marchar, y muchas veces para que le invoquemos de veras, nos esconde una…” (así acaba la carta) (Cta. 46).

Y porque sólo Dios Padre dirige nuestra vida y nuestros pasos hay que pedir al Señor que nos muestre sus caminos. Y así le dice a Juana Gracias, a propósito de la obra fundacional, llevada a cabo en Ciudadela: “Pido con instancia a Dios bondadoso me descubra los caminos por donde se puede pasar; todo lo veo cerrado, todo obstruido. Vuestra obra es la mía y la vuestra es la obra de Dios. Por lo mismo que nuestra obra es obra de Dios, o no marchará o ha de fundarse sobre la protección especial de su providencia… No puede moverse si no la mueve el dedo de Dios” (Cta. 76).

A las hermanas de Lérida les pide sus oraciones para una empresa que va a emprender, la puesta en marcha de la Escuela de la Virtud. “Encomendadme a Dios. Tengo ahora una empresa en la que no quisiera tener un chasco ni mal resultado. Encomendadme mucho a Dios porque en la obra que haga Dios sea glorificado. Dios os escuchará” (Cta. 7).

Y todo lo pone delante de Dios. “Sobre vosotras lo pongo delante de Dios, en suspenso, esperando ver con alguna claridad lo que se me presenta oscuro. Dios no nos negará sus luces” (Cta. 76).

P. Román Llamas, ocd

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