b) Dios Padre solícito y providente (3 de 8)
Dios es un Padre
providente y solícito. Tiene providencia de todo y de todos. Y todo lo dirige y
gobierna para bien de los elegidos. También cuando las cosas no salen a nuestra
medida, es la providencia quien lo dirige todo: “Puesto que la providencia
por sus altos designios te ha dejado sin casa ni tierra, ni dinero, ya que te
ofrece este medio, será sin duda para que en este tiempo se continúe labrando
en el interior la abnegación perfecta, y cuando sea su voluntad dispondrá otra
cosa” (Cta. 37)
En este texto y en otros
que a continuación vienen sobre la providencia de Dios, los está vivificando
divinamente el texto de la Sabiduría: “Pero es tu providencia, oh Padre, la
que lo gobierna, porque hasta en el mar abriste camino y un sendero seguro
entre las olas, mostrando así que puedes salvar de todo peligro” (Sb 14, 3-4ª).
El P. Palau confía
plenamente en esta providencia de Dios. “Veo delante de mí un nuevo orden de
cosas, y conjeturo que la providencia nos proporcionará y facilitará medios
para salir de nuestra posición crítica y apretada en que nos colocaron penosas
pruebas” (Cta. 48). Se refiere a la vuelta del destierro de Ibiza, tiempo
que él llama un campo nuevo, el de la predicación, en el que entra con total
confianza en la providencia de Dios. “Siento que Dios me llama a la
predicación y me he de abandonar al Espíritu que me guía y allá donde veo puerta
abierta, por allí he de entrar. Me es horrible al espíritu y al cuerpo andar de
viaje, sin punto fijo, abandonado al cuidado de los amigos, mejor diré de la
providencia. Pero, hermana mía, ya conoces mi natural, cuando Dios me llama,
nada hay de cuanto se me pone delante por terrible y desagradable que sea, que
no lo asalte y atropelle” (Ctas. 54 y 57)
En carta a Juana Gracias
le dice: “Echa en Dios tu confianza y no te dejará jamás” (Cta. 51). “Sin
necesidad de que yo cuide de buscaros subsistencia, ya proveerá Dios”, dice
a Gabriel Brunet (Cta. 57).
Por eso precisamente no
hay que preocuparse del día de mañana, sino dejando que Dios vaya haciendo las
cosas a su estilo. “No te pongas demasiado en pena sobre lo que vendrá. Ya
tenemos bastante con lo de hoy (Mt 6,34). “Deja marchar las cosas por su curso
regular y Dios lo llevará todo a su propio destino” (Ctas. 52 y 37).
De ahí que marche por los
caminos que la Providencia le va abriendo. Le dice a Juana Gracias con relación
al permiso que ha dado el Gobierno para abrir escuelas: “Hija mía, yo no
puedo marchar por otro camino sino por el que está ya abierto por la
Providencia. Las escuelas están ya autorizadas por ambos gobiernos” (Ctas. 89 y
92).
El P. Palau confía plenamente
en la providencia de Dios y desde su experiencia en este campo aconseja a sus
hijas e hijos que se fíen siempre de Dios. Escribe a Juana Gracias:
“Para salvarte y salvarme
te doy una regla: callar, obedecer y fiar a Dios la salvación. Así yo hago en
la parte que a mí me toca… Dios no me abandonará y no me abandonará porque sabe
y conoce el fondo de mi alma, conoce la rectitud de mis fines, propósitos e
intenciones, ve mi lealtad y generosidad en sacrificar cuanto yo estimo… Muchas
veces Dios no me revela el porqué de su voluntad, ni quiere lo diga, o no me lo
dice. Y en tales casos no me culpes, si guardo silencio y no te doy
explicaciones. Yo pido a Dios nos guíe como ciegos y nos conduzca a su gloria
por la mano. El Señor me rige y así ciegamente me rige. Él nos salvará” (Cta. 49)
Quizás el texto donde con
más claridad y fuerza insta a que confiemos en la providencia de Dios Padre sea
este de una carta a Juana Gracias:
“Te digo esto (de su
confianza en Dios) para que te abandones también a su providencia. ¡Cuán bien
cuidado está el que se fía de Dios! Ocúpate en la oración, en adquirir esta
confianza en ti, pues que la necesitas. Esta confianza supone la fe en su
providencia y la providencia es el cuidado y solicitud paternal que Dios tiene
con nosotros. Dejemos que Dios nos cuide, que nos gobierne, que nos guíe, y
esta confianza nos cubrirá contra las horribles zozobras y temores que nos
asaltan, procedentes de nuestras propias ilusiones” (Ctas. 56 y 72)
Uno de los campos en que
aparece más fuerte y destacada su confianza en la providencia de Dios Padre es
el del exorcistado. Valgan estas palabras a monseñor Juan Palau Soler:
“Estoy seguro, por qué
Dios me ha dado esa misión, la misión más horrorosa y amarga de sostener cuanto
enseña el dogma con referencia al exorcistado, y la defiendo no con razones
sino a palos.
Dios que no abandona a su
Iglesia tiene su brazo extendido ya para ostentar su omnipotencia y acreditará
si conviene in signis et portentis, la verdad del Evangelio que predicamos.
Deje sobre mi cabeza todo el peso de esta batalla horrenda. Dios, cuyo honor
defiendo, está con nosotros y nadie nos tocará un cabello de la cabeza” (Cta.
148)
¿Quién no ve es estas
palabras últimas una alusión explícita al texto evangélico que habla de la
providencia de Dios que tiene contados nuestros cabellos y ni uno caerá sin su
permiso? (Mt 10,30).
P. Román Llamas, ocd
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