Hasta morir de amor


Esta expresión que repetida e insistentemente aparece en Isabel de la Trinidad en su Diario significa querer llevar la vida de amor hasta el martirio. No se contenta con amar, sino que quiere que su amor llegue hasta morir de amor, quiere el martirio del amor, que para ella es más deseado.

Ella afirma también repetidas veces, su deseo, su anhelo de ser transformada en la imagen del Hijo de Dios, a lo que el Padre del cielo nos ha predestinado desde la eternidad, según nos dice San Pablo en su carta a los Romanos 8,29, texto que cita repetidamente, del Hijo de Dios, el Crucificado por amor, quiere llevar esta transformación al grado más alto posible. Quiere ser transformada en un amor total, cuya expresión suprema es la crucifixión.

Ella quiere ser una humanidad suplementaria en la que el Verbo de Dios renueve su misterio, cuya cima y culmen es la crucifixión por amor.

Transformación y renovación del misterio de Cristo que se va realizando día a día. Que por eso esta expresión hasta morir de amor cobra unos tintes mucho más fuertes y un significado mucho más hondo en sus cartas

Escribe a la Madre María de Jesús ¡Qué hermoso será cuando el velo se descorra al fin, y gocemos cara a cara de Aquel a quien amamos sobre todo! En la espera, vivo en el amor, allí me sumerjo, me pierdo; es el Infinito, ese Infinito del que tiene hambre mi alma”. De corazón agradecido y lleno de ternura para con ella, “la buena Madre que le ha enseñado a amar al Maestro, por el que quisiera morir de amor” (Cta 107: 11.2.1902)

Escribe a su vez, al canónigo Angles, recordándole el día de su profesión y que cada día le parece más bello, más luminoso y más envuelto en la paz y en el amor: “En la noche que precedió al gran día, mientras estaba en el coro esperando al Esposo, comprendí que mi cielo, comenzaba en la tierra el cielo en la fe, acompañado del sufrimiento y la inmolación por aquel a quien amo… Quisiera amarle tanto… amarle como mi seráfica Madre, hasta morir de amor: ‘Óh charitatis víctima’ cantamos el día de su fiesta y esta es toda mi ambición: ser la presa del amor” (Cta 139: 15.7.1903)

En carta a la Hermana María Odila, doce días antes de morir, en la que le da cita en la Casa del Padre, el Hogar del Amor, le concluye: “Mi Maestro me apremia. No me habla más que de la eternidad, de amor. Esto es tan grave, tan serio. Quisiera vivir cada minuto en plenitud (de amor se entiende) Adiós. No tengo fuerzas ni permiso para escribir largo, pero Usted ya sabe la palabra de San Pablo: ‘Nuestra conversación está en los cielos’ (Fil 3,20) Querida hermana vivamos de amor para morir de amor y para glorificar al Dios todo Amor” (Cta 335: 28.10.1906)

Realmente Isabel de la Trinidad fue una mártir de la vida religiosa, una mártir del amor hasta morir de amor. Y quizás ya en las cartas esta expresión signifique también el deseo de morir, es decir el deseo, el ansia de ir a la Luz, al Amor, a la Vida, que eso significa para ella el morir. De hecho, en la carta a la Madre María la dice: “¡Oh, mi buena Madre, pensar que tenemos nuestro cielo en nosotros, ese cielo del que siento a veces la nostalgia…” (Ibidem)

Si, la vida de Isabel de la Trinidad se mueve, se desarrolla bajo el signo y la fuerza del amor a Jesús. Sin citarlas, las palabras de San Pablo, de su gran San Pablo en su carta a los Corintios, están gravitando fuertemente en su alma y la están haciendo moverse solamente a impulsos del amor. Aunque… aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas. Si no tengo caridad nada soy. Aunque tuviera todos los bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad nada me aprovecha (1 Cor 13,2-3)

P. Román Llamas ocd

 

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