Solo el amor 3 de 6
Un
aspecto que destaca en los escritos y en la vida de Isabel de la Trinidad es el
amor de Dios a ella y de ella a Jesús. No quiere más que amarle y experimentar
su amor.
Al
alma de Isabel podemos asomarnos a partir de 1899 que tenemos su Diario y sus
Notas íntimas. En los que va desgranando con sencillez y libertad de espíritu
las riquezas de su alma. Y la riqueza más preciosa es la del amor, solo el amor.
En las
primeras líneas del Diario leemos, ante lo mucho que le cuesta vencer su
defecto dominante: tendencia a encolerizarse, cuando le hacen una observación
injusta, “me parece como si la sangre hirviese dentro de mis venas; todo su ser
se revela. Pero Jesús estaba conmigo. Sentía su voz en el fondo de mi corazón y
entonces me sentía dispuesta a sobrellevarlo todo por amor” (D 1: 30.1.1899)
Tres
días después escribe: “Soy la esposa de Jesús… ¡Oh! Que me muestre siempre
digna de mi esposo amado… y tenga la felicidad de demostrarle mi amor” (D
2.2.1899)
No
olvidemos que cuando tenía catorce años hace voto de virginidad, consagrándose
por entero a Jesús. “Iba a cumplir catorce años, cuando un día durante la
acción de gracias me sentí irresistiblemente arrastrada a tomarle por mi único
esposo; y, sin más dilaciones, me uní con Él para siempre con el voto de
virginidad. Nada nos dijimos, añadió, al hacernos esa confidencia, pero hubo
una entrega total de corazón entre los dos, de tal manera que aquella resolución
que yo había tomado de ser enteramente suya se hizo en mí mucho más irrevocable
que lo era ya” (R2,5)
“¡Oh,
Jesús mío, deseo todo progreso en la santidad para que me améis todavía más!
¡Oh, sí, Jesús!, estoy celosa de vuestro amor y os amo tanto que creo morir por
momentos” (1 10.2.1899)
Dos
días más tarde habla de coloquios divinos, de éxtasis sublimes con Jesús. Desea
un poco de amor para consolarle, la ha escogido “para consolar su Corazón”.
“¡Ah! Con mi amor, con mis atenciones, mis sacrificios, mis oraciones quiero
hacerle olvidar sus dolores. Quiero amarlo por todos los que no le aman, quiero
hacer volver a Él estas almas que Él ha amado tanto” (D 8: 12.2.1899)
El 5
de febrero, miércoles de ceniza, escribe: “¡Ah! Que le lleve almas para
probarle mi amor, pues le amo tanto. ¡Oh!, sí, le amo hasta morir de amor” (D
12:15.2.1899; cfr D 17: 1-3.3.1899). Creo que es la primera vez que usa esta
expresión de morir de amor que luego encontraremos con frecuencia,
especialmente en sus cartas.
“Pero
ahora lo siento (el haber amado demasiado a las criaturas), no tengo otra cosa que
a Vos, y sobre todo, Amado de mi corazón, no quiero ser amada sino por Vos” (D
15: 20.2.1899)
P.
Román Llamas ocd
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