Proceso de interioridad en ella (1 de 3)

 



El proceso de vida interior, vida de silencio, comienza muy pronto en Isabel. El día de su primera comunión, a los 10 años, es especialmente un momento de arranque, de interioridad, de vida íntima con Jesús. Este día, que recuerda siempre con gozo y agradecimiento (Cfr Cta 53,178) lo ve como un encuentro en su interior de Jesús con ella. “¡Oh Jesús, Amado mío, que dulce es amarte, pertenecerte, ¡tenerte por único todo! ¡Ah! Ahora que viene cada día a mi corazón, que nuestra unión sea cada día más íntima. Que mi vida sea una continua oración, un prolongado acto de amor. Que nada pueda distraerme de ti, ni los ruidos ni las distracciones. ¿Verdad? Me gustaría tanto, oh mi Señor, vivir contigo en el silencio” (NI 5). Le ofrece la celda de su corazón para que sea su pequeña Betania. (Ibidem). 

Su voto de virginidad a sus 14 años es otro hito en este itinerario hacia el interior, el más profundo centro del alma, donde solo mora Él (Cfr NI 17). 

Esa interioridad se centra en la Santísima Trinidad. El día de Pentecostés de 1898 compuso una poesía en la que se encuentra por primera vez el nombre divino de la Trinidad de quien se confía ya esposa: 

Espíritu Santo, Bondad, Belleza suma / Tú a quien adoro y a quien amo / consume con tu fuego divino / mi cuerpo, mi corazón, toda mi alma. / A esta esposa de la Trinidad que solo ansía hacer tu voluntad. (P 54). 

Esta experiencia de la Trinidad se realiza bajo el signo de la interioridad. La vida espiritual de Isabel de la Trinidad es una vida de interiorización hasta llegar al abismo sin fondo que encuentra en la Trinidad a la que llama su casa. 

Isabel a sus 18.19 años, al mismo tiempo que vive en el mundo una vida normal, participando en fiestas de sociedad, mostrándose alegre y jovial y complaciente con todos, animando veladas musicales al piano, disfrutando de la belleza del mar y de las montañas, todo con naturalidad y encanto, lee libros espirituales: la Imitación de Cristo, la Historia de un alma, el Camino de Perfección, que le ayudan al desarrollo de su vida interior de amor. Luego vendrán otros autores que le ayudarán también poderosamente en su tarea de interiorización.

Acerca del libro del Camino de Perfección anota el 20 de febrero de 1899 en su Diario que está leyendo el Camino de Perfección de Santa Teresa, que le llega muy hondo y le hace mucho bien. Lo que más la cautiva es la oración como trato de intimidad con Dios. “¡La oración! Como me gusta la manera como Santa Teresa trata de este tema cuando ella habla de la contemplación. Ese grado de oración en el que Dios hace todo y nosotros no hacemos nada, donde él une nuestra alma tan íntimamente a Sí que ya no vivimos, ¡sino que es Dios quien vive en nosotros, etc.! (D 14). Santa Teresa le enseña el camino de la oración de recogimiento interior de vida íntima con Dios y se entrega de lleno a ella. Como dice la M. María de Jesús, Priora de Dijon: “Su oración es sencilla, sin complicaciones. Se lamentaba de no hacer nada, maravillosamente de que él lo hiciese todo” (Recuerdo, p.4 y 54)

Su anhelo es ser una oración continua. Escribe en su Diario “Maestro, que mi vida sea una oración continua. Que nada, absolutamente nada, pueda distraerme de ti, ni las ocupaciones, ni los placeres, ni los sufrimientos. Que sea abismada en ti y haga todo bajo tu mirada. Señor, tómame, tómame toda entera” (D 156). Encontramos las mismas palabras en sus Notas íntimas del 27 de enero de 1900: “Pido a este esposo Amado que ayude mi debilidad para que yo haga de mi vida una oración continua, un acto de amor. Que nada pueda distraerme de Él. Que yo viva en el mundo sin ser del mundo."

"¡Oh, mi Amado! Que yo pase santamente el tiempo que me queda por vivir en el mundo, que lo pase unida a Vos, en vuestra intimidad, haciendo un poco de bien. Señor soy vuestra, tomadme toda entera… ¡Ah! Que desaparezca Isabel y quede sólo Jesús” (NI6).

P. Román Llamas ocd

 


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