ISABEL DE LA TRINIDAD: LA INTERIORIDAD (2 de 2)

 




Desde niña el Señor le fue preparando para esta experiencia, se la fue haciendo vivir y la fue desarrollando día a día hasta adquirir dimensiones universales en un momento dado de su existencia y que ella traduce y expresa por términos como interioridad, abismo, hondón profundo, silencio. Términos que en ella cobran un sentido especial y particular. 

Lo que San Juan de la Cruz llama el centro del alma donde se realiza el matrimonio espiritual, lo que Santa Teresa llama la morada central en la que solo mora Dios y pasan las cosas más secretas entre Dios y el alma, Isabel lo denomina interioridad, abismo, hondón profundo donde se vive y se desarrolla la vida íntima entre ella y sus Tres. Es el abismo donde solo mora la Trinidad y el alma que ha entrado en ella desasida de todo y de sí misma. Una vida de intimidad, de amor solo entre sus Tres y ella. Dios Uno y Trino la lleva a ese abismo, porque es obra de Dios solo con la colaboración del alma, que consiste en dejarse amar, dejarse llevar atravesando fuertes y fronteras, dejarse guiar sin claudicaciones, sin desfallecimientos. 

Alguien ha escrito: “La mística de Sor Isabel es una mística de interiorización; su meta es la vivencia de la Inhabitación de la Trinidad en el alma. Vivir para Sor Isabel, es vivir la presencia inmanente y personal de Dios en el alma. Es ahí donde se encuentra la clave de su vocación a la gracia y de su misión apostólica. El misterio de la Inhabitación divina polariza toda su existencia. Su vida espiritual es un itinerario sin desviaciones. La presencia trinitaria es para Isabel el punto de partida de la historia de su santificación y el coronamiento de su vocación personal de alabanza de gloria” (Apud Ciro García. Sor Isabel de la Trinidad. P.14)


P. Román Llamas ocd

 


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