ISABEL DE LA TRINIDAD: LA INTERIORIDAD (1 de 2)
Su misión desde el cielo será llevar a las almas a la vida interior de trato íntimo y de amor con la Trinidad Santa. Lo que anduvo buscando y viviendo durante toda su vida, próxima ya a la muerte lo profetizó como su misión póstuma: meter a las almas en la interioridad. “Me parece –le dice a su hermana Odila- que en el cielo mi misión será atraer a las almas, ayudándolas a salir de ellas mismas para unirse con Dios, con un movimiento todo sencillo y amoroso, y conservarlas en ese silencio interior, que permita a Dios imprimirse en ellas y transformarlas en Él mismo” (Cta 335: 28.10.1906.p.916)
Por estas mismas fechas, al preguntársele cómo pasaría ella su eternidad, respondió: “Si el buen Dios se fía algo de mí, me parece que mi misión será atraer a las almas al recogimiento interior”. Llevar las almas a la vida interior de trato íntimo con la Santa Trinidad, una llamada a la esencia misma de la vida cristiana que es vida de amor, y el amor se vive en lo más interior del alma y de allí estalla con fuerza hacia fuera. Porque Dios mora en el centro del alma, en la morada central y Dios que es Amor es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. A esta intimidad nos invita y convida y llama Isabel de la Trinidad, y como Dios es Amor transforma a las almas en amor. Escribe a su hermana Odila: “El Maestro me apremia. No me habla más que de la eternidad de amor. Esto es grave, tan serio. Quisiera vivir cada minuto en plenitud. Adiós. No tengo fuerzas ni permiso para escribir largo, pero usted sabe la palabra de San Pablo: ‘Nuestra conversación está en los cielos’ (Fil 3,20). Querida hermana, vivamos de amor para morir de amor y para glorificar a Dios todo Amor” (Cta 335. P.917)
Su misión en el cielo sería lo que fue su misión en la tierra, porque Isabel de la Trinidad es un testimonio maravilloso de vivencia de vida interior. Nos da y nos deja el testimonio de lo que creía, de lo que el Señor le había descubierto, de lo que esperaba, de lo que pensaba y de lo que vivía. Isabel es, ante todo, testigo de vida interior, más que una teoría nos ofrece un testimonio. Y ese mismo testimonio, sencillo y vigoroso, la convierte en Maestra de vida interior. Ella escribe de realidades vividas como la presencia de Dios en ella, de la transformación en Jesucristo, del amor de Dios en Cristo Jesús, de la presencia de María… Y todo ello moviéndose en la órbita de la vida interior profundísima, pudiendo “entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen” (Cta 23:8.5.1901); transcendiéndose sobre todo a sí misma.
Podemos decir que el meollo, lo
esencial de la vida y doctrina de Isabel de la Trinidad es la experiencia, la
vivencia que tiene con sus Tres, con la Trinidad beatísima en lo más íntimo de
su alma, en lo más interior de su espíritu.
P. Román Llamas ocd
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