LAUDEM GLORIAE (17 DE 19)
La
acción de gracias es la vida, es algo permanente e ininterrumpido para el alma que
es Laudem gloriae y puestas las antenas a lo eterno capta los ecos que le
llegan desde la otra orilla.
Con
esta última reflexión vuelve a sintonizar con la primera reflexión que abría
esta cadencia y así escribe: En el cielo los bienaventurados no tienen reposo
día y noche diciendo: Santo, santo, santo el Señor Todopoderoso. Y postrándose
adoran al que vive por los siglos (Ap 4,8-12) Con esta nueva mirada a la
situación final y eterna no se queda quieta que de ese cielo de los
bienaventurados baja al cielo del alma de la alabanza de gloria. “En el cielo
de su alma la alabanza de gloria comienza ya el oficio que tendrá en la
eternidad. Su cántico no cesa, porque está bajo la acción del Espíritu Santo
que obra todo en ella; y, aunque ella no sea siempre consciente de ello, porque
la debilidad de la naturaleza no le permite estar siempre fija en Dios, sin
distracciones, ella canta siempre, adora siempre, ella se ha convertido, por
decirlo así, en la alabanza y el amor, en la pasión por la gloria de su Dios. En
el cielo de nuestra alma seamos alabanza de gloria de la Santísima Trinidad,
alabanza de amor de nuestra Madre Inmaculada” (CF 44, p. 119-129)
Y
termina diciendo a la hermana para quien ha escrito estas páginas: “Un día se
descorrerá el velo, seremos introducidas en los atrios eternos, y allí
cantaremos en el seno del Amor infinito. Y Dios nos dará el nombre prometido al
vencedor: (Ap 2,17). ¿Cuál será? Laudem
gloriae”.
P. Román Llamas, ocd
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