La encomienda de familiares y amigas (1 de 3)


A Santa Isabel le brota con la mayor naturalidad la memoria de María, como expresión de la fuerte y constante vivencia de la misma. Y así ante las necesidades de los demás le surge espontánea la idea de encomendarse a la Virgen María. Y así encomienda a la Virgen María asuntos, como el matrimonio de hijos de sus amigas o el nacimiento de sus sobrinas, hijas de Guita o los dolores de su madre.

En carta a la Sra. de Sourdon le dice que encomienda a la Santísima Virgen el matrimonio de su hija María Luisa, al tiempo que le agradece el regalo de un grabado, magnífico para la época, de la Anunciación que Isabel colocó en la pared en la cabecera de su cama, y le comenta: “En la soledad de nuestra pequeña celda. Que yo llamo “mi pequeño paraíso”, porque está toda llena de Aquel de quien se vive en el cielo, miraré con frecuencia a la preciosa imagen y me uniré al alma de la Virgen cuando el Padre la cubría con su sombra, mientras El Verbo se encarna en ella y el Espíritu Santo descendía (Lc 1,35) para obrar el gran misterio … Usted, querida señora, que su hermoso grabado es muy oportuno en nuestra celda y puedo decir que me es doblemente precioso, al ser un regalo suyo” Y le añade, “¡Sí usted supiese cómo ruego por nuestra intención! Intereso a la Santísima Virgen en nuestra causa para estar más cierta de ganarla” (Cta 246:12.11.1905;cfr Cta 272: 10.5.1906; 296: 15.7.1906)

P. Román Llamas, ocd


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