VISIÓN PANORÁMICA DE LA VIDA Y PERSONA DE ISABEL DE LA TRINIDAD (4 de 6)


 

A sus trece años compone una oración a Santa Isabel llena de sencillez y contenido espiritual.

 

Tenía dotes excepcionales. Una religiosa al salir del locutorio del Carmelo después de una conversación mantenida con Isabel de la Trinidad exclamó: Verdaderamente tiene dotes subyugadoras (R p.48)

 

Muy jovial por temperamento, nos confiesa ella misma, me gustaba mucho divertirme; aunque las fiestas mundanas, aún en esa misma edad, me tenían en una cierta alerta constante por miedo a mi corazón. Con toda mi resolución de ser toda de Dios (desde los siete años) me preservaba inmune del atractivo del placer. Cuando me invitaban a pequeñas reuniones iba a recogerme en oración en mi cuarto un buen rato, antes de salir de casa, porque el conocimiento de mi natural vivacidad me obligaba a gran vigilancia sobre mí misma (R p. 57-58)

 

Iba a cumplir catorce años cuando un día después de comulgar sintió una fuerza interior irresistible a tomar a Jesús por su único esposo y se consagró a él con el voto de virginidad (R p. 60).

 

Una corriente de gracia, de amor divino, de interioridad –que viva encerrada en mi interior, en ese rinconcito de mí misma donde tan claramente os veo, donde tan vivamente os siento- recorre el camino de Isabel desde niña, encontrando en su fuerza de voluntad el mejor aliado, que le hace estar por encima de las situaciones y vicisitudes de la vida, que se refuerza y vigoriza con la contemplación de las maravillas de la naturaleza, las montañas impresionantes de Suiza y los Pirineos, la inmensidad del mar que nunca cansa contemplado en unión con su hermana en Viráis desde la roca de la Virgen, como la recordará más tarde en una carta (Cta 144;1.11.1902), y que hace que las reuniones y saraos con las amigas no la distraigan lo más mínimo porque ella se lo pidió a su Jesús –que nada sea capaz de distraerme- y así en tales reuniones se piensa muy poco en Vos, por eso me parece que Vos os complacéis en que al menos un corazón, aunque sea tan miserable como el mío, se acuerde un poquito de Vos” (R p. 1169)


P. Román Llamas ocd

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