VISIÓN PANORÁMICA DE LA VIDA Y PERSONA DE ISABEL DE LA TRINIDAD (2 de 6)


De pequeña era un demonio, dice su madre, pero al mismo tiempo por su abuela enferma no sólo reza, sino que enseña a rezar a su muñeca. Era turbulenta, “muy viva, incluso colérica: Berrinches, verdaderos berrinches, muy diablo”. Su madre habla de sus ojos furiosos y una amiguita, unos años más tarde, de su mirada furiosa. Dotada de un temperamento sumamente impetuoso que le hacía caer hasta los siete años en arrebatos de cólera. Siempre tenía que salir con la suya. Pero tras ese carácter impetuoso escondía un corazón de oro y quería mucho a sus padres y una fuerza de voluntad excepcional. Su madre se dio cuenta de que el mayor castigo que podía darle era privarla del beso materno antes de irse a acostar. Isabel bendecirá un día este recurso educativo de su madre que desde pequeña supo enseñarle a vencerse por amor.


La educación por amor de su madre surtió su efecto en la primera confesión que hizo para la primera comunión el 19 de abril de 1891. La marcó sobrenaturalmente con tanta fuerza que desde aquel momento tomó una firme resolución de luchar con energía contra su pasión dominante sin quitarle nada su vivacidad y buen humor. “¡Cuantas veces –dice su madre- impetuosísima y espontánea como era, la vi yo misma morderse los labios para no contestar a un reproche…, reprimir una ocurrencia graciosa…! (R.p.40 EDE 1966).

 

Una amiga de infancia dice que lo que admiraba en Isabel era sobre todo en esa corta edad su recogimiento en la oración, aquel candor de sus ojos de fuego, al mismo tiempo que aquella firmeza de su voluntad, verdaderamente asombrosa, para dominar sus impresiones (R p. 39)

 

Tenía dotes especiales para la música y en este campo era una privilegiada y era muy alabada en los distintos conciertos de piano en que intervenía. Un día, después de haber recibido las más efusivas enhorabuenas por su actuación, le preguntó a su madre: Mamá, ¿Qué tal he tocado mi pieza? Y la madre temerosa de suscitar cualquier movimiento de vanidad, le dijo: Regular, pues para otra vez procura hacerlo mejor.

 

P. Román Llamas ocd

 

 

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