CARMELITA EN EL MUNDO (1 de 3)




Antes de su entrada en el Carmelo, quiero detenerme en su vida carmelita en el mundo y de su vida de oración. Piensa en el Carmelo desde niña. A sus catorce años piensa ya en el Carmelo. Después de relatar su voto de virginidad a sus catorce años escribe: Un día, después de comulgar, me pareció que pronunciaban el nombre de Carmelo en el fondo de mi alma. Desde ese momento no tuve ya otra ilusión que encerrarme en sus rejas para siempre.

Una amiga suya de infancia que tuvo que cortar sus relaciones con ella por tener que marcharse a Inglaterra cuando Isabel contaba 15 años, confiesa que un día la tomó aparte y le confió que aquella misma mañana durante la acción de gracias había entendido claramente que era el Carmelo el    lugar donde el Señor la llamaba (R p.69), y que a partir de ese momento no le hablaba de otra cosa. La vocación la tiene desde niña, como ella misma dijo al canónigo Angles: No era más que una niña y, sin embargo, usted no dudó de la llamada divina (Cta 111:17.4.1902)

En una poesía de 1894 expresa el mismo pensamiento:
Con tu Hijo, Madre muy amada
Quiero vivir escondida,
Quiero estar en el Carmelo,
Es este mi eterno anhelo (P 2: 12.8 1894)
 
Y esta vocación va tomando cuerpo a medida que crece en edad y llega un momento en que se convierte en una necesidad el vivirla. Escribe en su Diario: ¡Oh, Carmelo bendito! ¿Cuándo llegará el día en que me abras tus puertas?
 
Cuando su madre le dice que puede entrar en el Carmelo cuando cumpla 21 años, dos años antes de esa fecha, prorrumpe en lágrimas de alegría y agradecimiento.

P. Román Llamas ocd


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