El misterio de la Encarnación (2 de 2)


Alguien ha escrito: “La actitud más personal que le lleva desde dentro a imitar a María es la de querer contemplarla en el misterio de adoración con que la Virgen de la Encarnación se pierde en el Hijo que lleva en sus entrañas. En esta visión de María por Isabel contempla el ideal del cristiano que en silencio, y el recogimiento interior sabe perderse con espíritu “orante” en los Tres presentes en su alma, incluso en la atención amorosa a la voluntad de Dios en la actividad más absorbente” (AA VV Alabanza de gloria Isabel de la Trinidad, Estudio MC, Burgos 1984, p. 126-27)

María es el ideal del tiempo de adviento, tiempo de espera del Hijo de Dios. Escribe: “La actitud observada por la Virgen durante los meses que transcurrieron desde la Anunciación y la Navidad debe ser el ideal de las almas interiores, de esos seres que Dios ha elegido para vivir dentro de sí en el abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento María se sometía y se prestaba en todas las cosas! ¡Cómo aún las más vulgares eran divinizadas por ella! Porque a través de todo, la Virgen no dejaba de ser total adoradora del don de Dios” (CF X,40, p.117)

Silencio, recogimiento, adoración, son palabras, actitudes muy queridas de Isabel de la Trinidad. Actitudes adecuadas para hospedar, acoger el misterio de Dios en nosotros. Una vocación de silencio, de escondimiento, como la de María. “El 15 de agosto, fiesta de la asunta, he confiado mis votos a la Virgen Santa…La he pedido que te revele el secreto de la unión con Dios que te hace siempre morar en Él. Es la intimidad del niño con su madre, de la esposa con el esposo. Esta es toda la vida de la carmelita. Nadie ha sabido captar el misterio de Cristo en su profundidad como la Virgen Santa… Ella es la Inenarrable” (A su madre).

P. Román Llamas, ocd


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