¿Qué es la interioridad? (2 de 2)

 


La vida interior como vida de comunión con Dios en profundidad tiene que ser en silencio, porque Dios se comunica en el silencio. Una Palabra habló el Padre y esta la habló en silencio y en silencio debe ser escuchada. Esta Palabra es Jesucristo, ‘salido del silencio’ en dicho de San Ignacio de Antioquía. 

La vida interior es vida de santidad, de la santidad de Dios en nosotros. “¿Quién es, pues, el más santo? Es el que más ama, el que mira más a Dios y cumple más plenamente las exigencias de su mirada. ¿Cómo satisfacer las exigencias de la mirada de Dios, sino manteniéndose ‘sencilla y amorosamente’ vuelto hacia él, para que pueda reflejar su propia imagen, como el sol se refleja a través de un puro cristal?” (CF 24, p108-109). He aquí la medida de la santidad de los hijos de Dios: ‘ser santos como Dios, santos con la santidad de Dios’ Y esto viviendo en contacto con Él en el abismo sin fondo, dentro”. En Él encuentra el alma todas sus delicias… “Padre nuestro que estás en los cielos… (Mt 6,9) Es en este pequeño cielo que Él ha hecho en el centro de nuestra alma donde nosotros debemos buscarle y, sobre todo, donde nosotros debemos morar” (CF 34, p. 113-114)

Vivir la interioridad crea en nosotros la unidad de la persona y en la unidad está la fuerza. “Me parece que conservar la fortaleza para el Señor en hacer la unidad en todo su ser por el silencio interior, es juntar todas las potencias para ‘ocuparlas’ en el ‘sólo ejercicio del amor’, es tener ese ‘ojo simple’ que permite a la luz de Dios iluminarnos” (UE 3, p.145) 

Y cuando consigue esta unidad, “el ojo de su alma abierto bajo las claridades de la fe, descubre a su Dios presente, viviendo en ella; a su vez ella permanece tan presente a Él, en la bella simplicidad, que Él la guarda con un cuidado celoso. Puede, entonces, sobrevenir las agitaciones de fuera, las tempestades de dentro, se puede atacar su punto de honor: ‘¡Nescivi!’ Puede Dios esconderse y retirarle su gracia sensible: ‘Nescivi’ Y con San Pablo: ‘Por su amor he perdido todo’ (Fil 3,8). Entonces el Maestro tiene libertad para derramarse, para darse según su medida. Y el alma así simplificada, unificada, se hace trono del Inmutable, ya que la unidad es el trono de la Santa Trinidad” (UE 5.p.146) 

Desde esa unidad creada por la interioridad saldrá afuera el amor que le lleva a vivir la vida en la unidad. Y así el hecho de tener que dedicarse a cosas exteriores no solo no impide ni estorba la vivencia de la interioridad y la unidad, sino que, en ellas, participa de ellas. Todo lo que hace y vive lo vive por amor. Y recuerda el ejemplo de la Virgen camino de Ain Karin, cuando va a visitar a su prima, que no le impidió para nada la vida de interioridad y amor que vivía con el Verbo que llevaba en su seno.

P. Román Llamas ocd

 


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