Proceso de interioridad en ella (2 de 3)
Ya cercana la fecha de su entrada en el Carmelo esta experiencia de interioridad adquiere unos quilates altísimos en su alma. Escribe al canónigo Angles que siente el paraíso en la tierra porque descubre la presencia de Dios en el cielo de su alma. Por una indisposición de una rodilla no puede recibir la comunión “pero ¿sabe? Dios no necesita del Sacramento para venir a mí. Creo que lo poseo lo mismo ¡Es algo tan estupendo esta presencia de Dios! Allí, en lo hondo, en el cielo de mi alma es donde me gusta encontrarle, pues él nunca se aleja de mí. ‘Dios en mí y yo en Él’” (Cta 62:14.6.1901), y en esta carta se refiere al pensamiento de San Juan de la Cruz que el mismo Dios de los bienaventurados es el que tenemos aquí; con la única diferencia de que allí es visto y aquí creído.
En la misma carta añade algo que se convertirá en el centro de su vida. “¿Le he dicho mi nuevo nombre en el Carmelo?, María Isabel de la Trinidad. Me parece que este nombre indica una vocación particular. ¿Verdad que es muy bonito? Amo tanto este misterio de la Trinidad… Es un abismo en que me pierdo…” (Ibidem). El abismo de su interioridad es la Santísima Trinidad.
Y que esta realidad le venía trabajando ya desde hacía tiempo lo demuestra el hecho de que las cartas que escribe desde el 1 de julio de 1900 a su amiga Margarita Gollot, aspirante al Carmelo, aunque luego no entró, las firma con el nombre de María Isabel de la Trinidad (Cta 28: 1.7.1900)
De nuevo en carta a su amiga Margarita Gollot le dice que “Dios en mí y yo en él” que este sea nuestro lema que cosa tan buena es esta “¡Ah!, ¡qué buena es la presencia de Dios dentro de nosotros en el santuario íntimo de nuestras almas! Allí le encontramos siempre, aunque no experimentemos sensiblemente su presencia. Pero Él está allí lo mismo, tal vez más cerca aún, como dice. Es ahí donde me gusta buscarle. Oh, procuremos no dejarle nunca solo, que nuestras vidas sean una continua oración” (Cta 47:18.4.1901). Este es un ideal formulado ya quince meses antes en D 138 y 156 y NI 5 y 6, que vimos más arriba.
Y esta presencia hay que vivirla en silencio, como le dice en otra carta: “¡Oh, olvidémonos de nosotras, no nos miremos más, vayamos a Él y perdámonos en Él! ¿No le parece que a veces esta necesidad de silencio se hace sentir más? ¡Oh! ¡Hagamos callar todo, para no oírle más que a Él! ¡Es tan bueno el silencio junto al Crucificado! (Cta 4.6.1901) “Permanezcamos siempre unidas al pie de la cruz, permanezcamos silenciosas junto al divino Crucificado y escuchémosle” (Cta 2.6.1901) le dice en esta otra carta.Como vemos, esta interioridad y estas ansias de la misma, aparecen con más fuerza en el tiempo inmediato a su entrada en el Carmelo. Lo hemos visto en algunas cartas y por lo que nos dice en su Diario.
Deseos de interioridad que identifica con ser santa, una gran santa que es la modalidad que revisten sus deseos y ansias de interioridad. El deseo de ser santa brota en ella con la misma fuerza que en santa Teresita (MA 33r) cuya Historia de un alma está leyendo por esas fechas.
Durante los últimos ejercicios que hace antes de entrar en el Carmelo expresa estos sentimientos. Tu sabes, Maestro bueno, mi consuelo cuando asisto a estas reuniones, a estas fiestas, es recogerme y gozar de vuestra presencia, pues os siento muy bien en mí, oh mi Bien supremo. En estas reuniones no se piensa casi en Vos, y me parece que os contenta que un corazón, aunque sea tan pobre y miserable como el mío, no os olvide…” (D: 25.1.1900)
“Que durante estos días benditos viva en una unión más completa con Vos, que yo sólo viva dentro, en esa casa que Vos edificáis en mi corazón, en ese pequeño rincón de mí misma donde os veo, donde os siento tan bien” (DI40:24.1.1900).
P. Román Llamas ocd
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